miércoles, 29 de febrero de 2012

Lápidas blancas


Nunca había tenido tan cerca la muerte.
Nunca había ido a un entierro.
Nunca me han gustado los cementerios.

Recuerdo de pequeña, ir con mi padre el día de todos los santos a poner flores a mi abuela. Lo único que me gustaba de ese día era ir buscando lápidas blancas para preguntarle a mi padre la causa de la muerte de esos niños.

Todas las muertes tenían un relato. Nunca sabré si real o imaginario. Todas eran increíbles, dignas de ser escuchadas y lloradas pero, para mí, no dejaban de ser las historias que me contaba mi padre el día de todos los santos.

De repente, y sin esperarlo, he tenido la muerte al lado.
He ido a dos entierros en un mes. Uno con 24 y otro con 25 años en 27 días de diferencia.

La edad no cambia nada.

Tampoco ahora me gustan los cementerios.
No he vuelto a pisarlos.
Ni uno, ni el otro, ni ninguno.

Ya no le encuentro sentido a todos los santos.
No está mi padre para contarme la muerte relatada.
Cada vez que pienso en una lápida blanca, no oigo ninguna historia detrás.

Sólo pienso lo injusta que es la vida al no dejar que todos disfruten de ella.
Ahora, cada vez que veo una lápida blanca, pienso en el relato que les queda por escribir a todas las personas que le rodearon y el vacío tan grande que les quedará en su corazón.





2 comentarios:

  1. La muerte es la única que verdad que se sustenta por si misma y a veces es fácil conceptualizarla,pero difícil de entender cuando nos quita el reflejo de nosotros mismos en un ser amado...

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  2. la muerte siempre es complicada e injusta, la verdad.

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