miércoles, 29 de febrero de 2012

Lápidas blancas


Nunca había tenido tan cerca la muerte.
Nunca había ido a un entierro.
Nunca me han gustado los cementerios.

Recuerdo de pequeña, ir con mi padre el día de todos los santos a poner flores a mi abuela. Lo único que me gustaba de ese día era ir buscando lápidas blancas para preguntarle a mi padre la causa de la muerte de esos niños.

Todas las muertes tenían un relato. Nunca sabré si real o imaginario. Todas eran increíbles, dignas de ser escuchadas y lloradas pero, para mí, no dejaban de ser las historias que me contaba mi padre el día de todos los santos.

De repente, y sin esperarlo, he tenido la muerte al lado.
He ido a dos entierros en un mes. Uno con 24 y otro con 25 años en 27 días de diferencia.

La edad no cambia nada.

Tampoco ahora me gustan los cementerios.
No he vuelto a pisarlos.
Ni uno, ni el otro, ni ninguno.

Ya no le encuentro sentido a todos los santos.
No está mi padre para contarme la muerte relatada.
Cada vez que pienso en una lápida blanca, no oigo ninguna historia detrás.

Sólo pienso lo injusta que es la vida al no dejar que todos disfruten de ella.
Ahora, cada vez que veo una lápida blanca, pienso en el relato que les queda por escribir a todas las personas que le rodearon y el vacío tan grande que les quedará en su corazón.





jueves, 23 de febrero de 2012

Máquinas


Era difícil hacerlo. Todo había empezado muy rápido y yo lo quería terminar así.
Pero mi cabeza no me dejaba.
Una y otra vez volvía a recordarte en aquella habitación.
Sería todo más fácil si se pudiera acabar con un bloqueo en el Facebook o un borrado de usuario en el Twitter o en el Wathsapp.
Pero aún no somos máquinas.

Nuestra cabeza no sabe borrar archivos tan rápido como los coloca en ella.




lunes, 20 de febrero de 2012

Punto Rojo

Me pasé toda la mañana haciendo ejercicios de psicomotricidad frente al espejo. Me dolía la cabeza y no tenía la más remota idea de lo que había hecho hacía unas horas.
Me había despertado con una resaca de caballo, de las que no se quitan ni con un hamburguesa bien grande, y sólo sabía maldecirme por haber caído otra vez en la tentación de los excesos.
Punto rojo, punto rojo...
Y es que no se puede ser maestra... te salen los castigos de clase en momentos como este.
Me acerqué al frigorífico y me cogí un helado. Estaba totalmente congelado. Lo calenté un poco al baño maría y me lo comí como si se fuera a terminar el mundo.
Muy bien. Punto verde.
Cogí el libro que me habían regalado la noche anterior. Nunca había salido tan bien parada al tener un amigo al que le regalaron la misma novela dos personas distintas... Sabía que Murakami no me iba a defraudar.
“After dark” 1º capítulo, relojito dibujado en la parte superior derecha de la página. 23:55p.m . Historias nocturnas. Lo que le faltaba.
Punto Rojo.
Aunque me costaba pensarlo, sería conveniente que Haruki esperara a que mi mente se diera cuenta de que la vida nocturna debe consumirse en su justa medida.
Punto verde que debería ser recibido un sábado por la noche.
Harta de todo me eché una siesta. Aunque resulte extraño soñé con mis alumnos.
Me despertó el sonido del móvil. Mierda. Siempre llamando en los peores momentos.
punto rojo, punto rojo... Punto rojo. Al rincón de pensar. Ya podía solucionarse todo así en la vida.
Y volví a intentar coger el sueño.


viernes, 17 de febrero de 2012

Camino de vuelta

Me dejé olvidada la bufanda en el viaje de vuelta.
No es que me importara mucho no seguir teniendo mi vieja bufanda roja, pero el hecho de olvidarla en aquel autobús enorme me hizo sentirme totalmente desubicada.

Ocho horas de viaje.
El chico del jersey a rayas de mi lado es guapísimo. Le miro su Ipod. Arcade Fire. Buen gusto.
No siempre se tiene la suerte de estar a 10cm. de un compañero de viaje así. Lo sé por experiencia.
El está mirando una película. Alatriste. Buff. Casi que voy a continuar escribiendo. Nunca me han gustado las películas históricas.
El matrimonio de avanzada edad de mi lado ( hay que matizar que me tocó la plaza 53 que es la última fila donde siempre se quiere viajar en todas las excursiones escolares) se está comiendo un bocadillo enorme de atún. Debería estar prohibido el atún en los autobuses. Encima les tuvimos que esperar diez minutos más de la cuenta en una parada de necesidades básicas.
El chico de las rayas ha dejado de mirar la película. Seguro que tampoco le hacía mucha gracia. Ha vuelto a enchufar su Ipod. El volumen de su reproductor permite adivinar sin mucha dificultad que música está escuchando.
Yo también escucho música. Si no fuera tan vergonzosa en situaciones así, podrían entablar una animada y divertida conversación musical sobre lo mejor del 2012 según la Rockdelux, comprada para hacer el viaje un poco más corto.
Pero nada.
La pareja joven de delante no deja de comer porquerías y de abrir refrescos con gas. Es insoportable el ruido crujiente de los snacks deshaciéndose en sus bocas sin descanso.
Entrada a Valencia. Me duele el culo. Ya no sé como poner ni los pies, ni las piernas ni que hacer. Se ha puesto a llover.
 
Sólo tengo ganas de salir. Aún tengo que coger el metro y el tren para llegar a casa. La maleta está medio rota y no encuentro el paraguas entre tanto trasto.
Cojo Taxi. El tren está a punto de salir. No hay sitio para sentarse.
Llego  a mi pueblo con media hora de retraso. Mi madre y mi hermana pequeña me esperan en el andén.

Tengo frío en la garganta. Es verdad, había perdido mi bufanda roja.







jueves, 16 de febrero de 2012

Erizos


Me jodía tremendamente verle con otra. Estaba claro que se había acabado y que él también podía hacer su vida y tirarse a todas las que le diera la gana.
Pero a mi me jodía verle con otra.

No te acerques a los erizos. Pinchan.



martes, 14 de febrero de 2012

P.

Echarte de menos.

Darme cuenta, cuando las luces se apagan, que ya no estás.

Echarte de menos.

Saber, que pese a ser la misma, nada será igual.


Sentir que me faltas.

Ir cada día a trabajar y esperar tus llamadas.

Sentir que me faltas.

Darme cuenta que la AMEX de Iberia ya no tiene sentido.


Quererte contar.

No saber si me oyes.

Quererte contar.

Todo lo que me pasa y descubro sin ti.


Volver a empezar.

Darme cuenta que lo que perdí no lo volveré a encontrar.

Volver  a empezar.

Darme cuenta que, incluso queriendo, me va a costar.





Echarte de menos, sentir que me faltas.

Quererte contar que quiero volver a empezar.




martes, 7 de febrero de 2012

Gasolina

La gasolina me pone. Es un olor fuerte, intenso, robusto, atrayente, que huelo dos veces al mes y me sale un poco caro.

Poner gasolina es un ritual que ya hacemos casi como si de un gesto innato se tratara.

Nos ponemos guantes, abrimos el agujero, cogemos la manguera, la metemos en el agujero, la dejamos descargar todo el líquido mientras disfrutamos de su olor, la sacudimos, la sacamos, la colgamos, tiramos los guantes, cerramos el agujero y pagamos.

Así de sencillo.

Así de fácil.

Me gusta poner gasolina.

Y que me la pongan.

No sé por qué me compraría un coche diesel…

Y tampoco sé por qué, ahora, me han entrado ganas de llenar el depósito.

¿Será porque salí durante dos años con un gasolinero que me acaba de decir que tiene ganas de verme?



lunes, 6 de febrero de 2012

Cenas entre semana


Hacía ocho años que no sabía nada de el.

No recuerdo como nos conocimos ni tampoco sé porque seguía guardando su teléfono pero la invención de la aplicación watshapp, ha hecho que vuelva a mi vida.

Reconozco que siempre me he sentido atraída por el. En su día me parecía enigmático y, la tapicería de cuero beis siempre me ha parecido preciosa.

Tampoco sé como perdimos el contacto. Pero eso es poco importante. Hay tantas personas que entran y salen de nuestras vidas…

La cuestión es que, como es muy típico en mi, la conversación virtual duró poco y, al día siguiente, quedamos para cenar.

Todo sería magnífico y apasionado si no me hubiera enterado en mitad de la cena que el tio llevaba siete años con su pareja y no se había casado porque no creía en el matrimonio.

Ante esta situación, intento mantener el tipo y sigo como si nada pero claro, después de lo que me había dicho, mi moral cristiana me impedía tensionarle.

¿Quién soy yo para entrometerme? ¿Solo estamos cenando, no?

Y eso fue lo que pasó y ha seguido pasando.
Mensajitos, tonterías y cenas entre semana (la novia trabaja fuera).

Ya llevamos unas cuantas.

Me gusta que cenemos juntos, es simpático y vivimos en dos mundos muy diferentes. Juntar los negocios con la música o la enseñanza puede llegar a enriquecer los horizontes de la vida de ambas artes.

Pero…

Tanto tenedor, tanto cuchillo o incluso, tantos palillos ¿Dónde nos va a llevar?

Dos no se pelean si uno no quiere. Lo mismo pasa con la atracción.
El problema viene cuando la atracción está implícita en la cena y las dos partes intentan esquivarla, con el handicap de darse cuenta que esto no sucede siempre a la vez.

La cena se convierte en una sensación mucho más morbosa que termina con un “vamos hablando” y dos besos en las mejillas.




                                         

miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Alejo de día o Fotogénico de noche?


¿No os ha pasado nunca que os encontráis en la situación de no saber elegir?

Cuando todas las opciones te aportan algo y te atraen, es imposible dejar alguna de ellas al margen.

Nos encontramos ante el mayor de los dolores de cabeza que solemos tener (mientras no vengan otros más gordos) : El decidir qué camino tomar.

A veces la vida elige por ti, pero suelen ser malas elecciones y muy contadas.

En la mayoría de los casos hay que decidirse y arriesgar.

No hay que tenerle miedo al futuro. Mientras las cosas las hagas bien y con cabeza, todo lo que esté en tus manos irá avanzando hacia un futuro incierto elegido por ti.

A mi me pasa ahora, que por el día elijo un destino y por la noche otro. Aunque parezca una tontería, por la noche no me deja dormir y por el día no me deja despertarme.

Lo más increíble es, que es proporcionalmente contrario lo que me aporta el día para dormir de noche a lo que me aporta la noche para despertarme de día.

Vamos, que el día me aporta sol, luz, muchas risas, me escucha y me comprende. Sabe lo que es enseñar pero también hay que reconocer que me aguanta y tiene ganas de aprender.

Pero luego vamos a la noche y las luces se atenúan, se encienden las velas y salen a relucir todos los encantos prohibidos.

Masajes, baños espumosos, miradas y mucha, mucha sensualidad.

Seda, encaje, satén, plumas, tacones, ligueros, medias, guantes, antifaces, corsés...

Todo se entrelaza para llevarme al estado de placer máximo en una cama de 2x2 envueltas con sábanas brillantes y suaves que me envuelven el cuerpo.

Noche y día, día y noche, amante y pareja, pareja y amante.

No me decido.

Ante la duda de no saber qué elegir, la certeza de disfrutar de las 24 horas del día.






                                                   ¡Que la vida son cuatro días!