miércoles, 30 de mayo de 2018

El postparto


Nunca pensé que la semana después de dar a luz iba a ser como fue. He leído bastante e información no me falta para saber que no iba a ser una semana normal pero conociéndome pensé que me afectaría mucho menos de lo que al final me afectó.

Naciste un miércoles 9 de mayo a las 16,15 de la tarde.  Mientras estabas en observación postparto (tú también tuviste tu momento postparto…) mamá y papá guardaban el calostro del pecho en una jeringa. Llegaste antes de lo esperado a la habitación y empezamos el proceso piel con piel.

Primer bache. Y ahora ¿cómo se da el pecho?  Jorge va a llamar a la matrona. Nos explica lo básico (que ya sabíamos) pero en la práctica, que es totalmente diferente.

Cada pecho es un mundo. Pezones, aureolas, boquitas, frenillos… a mí me tocó el grado de dificultad superior.

Te cogiste muy bien. Incluso a simple vista parecía perfecto, pero se supone que no debía sentir dolor y mis pezones cada vez estaban más rojos y doloridos.

En unas horas grietas. No sabía qué hacía mal. Y eso es desesperante.

Heridas de sangre que se secan y deben romperse para que salga la leche en cada toma. Tomas seguidas porque cada vez que lloras lo único que se te ocurre es acercarte al pecho… dolor. Y al mismo tiempo placer de ver que te estoy alimentando y tu cara de satisfacción aparece siempre. 

Aceite de oliva y Pureland. Al cabo de unos días me di cuenta que lo mejor es dejar el pecho al aire.

Menos mal que en el hospital se dieron cuenta al día siguiente que las grietas salieron porque tenías el frenillo de la lengua demasiado corto. Nada. Un corte. Es una zona no sensible. Solucionado.

Lo de las grietas me duró una semana y pico. Pero por fin, mis pezones vuelven a ser rosados.

Los dos días que pasamos en el hospital fueron “tranquilos” ya que sólo vinieron a vernos hermanos y padres. Y ya es suficiente. Entre que entra la auxiliar, la del desayuno, la enfermera que cura los puntos, la que mide la temperatura, las que limpian la habitación, el ginecólogo a ver cómo vas, otra vez la del desayuno a llevarse la bandeja, la puericultora a bañarte… y yo, medio desnuda, mareada porque se dice que parir es como hacer el esfuerzo de una maratón. (Yo creo que no es para tanto, porque parir parí pero una maratón no creo que la hiciera) pero el cuerpo es verdad que entre agujetas, puntos, un dolor intenso en el coxis y que el día que das a luz comes más bien nada… pues los mareos me duraron los dos días de hospital.

Una hora antes de irnos a casa, después de comer el viernes 11, te hicieron la prueba del talón y te pusieron los pendientes. No tenía claro si hacerte agujero o no pero luego pensé que si no los hacía allí me costaría mucho llevarte a una farmacia a verte llorar mientras los hacen.

Nadie te prepara para llegar a casa con una criatura indefensa que depende totalmente de ti. Tampoco para el altibajo hormonal que sufres.

Durante ese viernes y todo el fin de semana no sabía dónde estaba. Creo que no sé explicar con palabras la sensación que viví. Pasé del calostro a la subida de la leche. ¿Y ahora qué? Tenía los pechos tan grandes,  duros, con los pezones agrietados y doloridos y la sensación de hacerlo todo y no hacer nada que todo me superaba. La gente me escribía por el móvil y yo no era capaz ni de tener un momento para leerlo.

La niña llora, no puede mamar, es fin de semana, intento preguntar…

Debo masajear el pecho para intentar ablandecerlo  y que puedas cogerte y succionar.

Solo tengo ganas de llorar. Tampoco por una razón clara. Simplemente me caen las lágrimas. Si Jorge me preguntaba cómo estaba aún me entraban ganas de llorar más.

Saturación. Pero en realidad y viendo la situación con perspectiva, era una saturación mental y hormonal.

Simplemente tenía que darle pecho. Jorge se estaba encargando de todo lo demás. Pero en ese momento la sensación es de saturación. De dónde me he metido. Y de devolverme la estabilidad a mi cuerpo, por favor.

Por la noche, cuando ya había conseguido darte de comer con “normalidad” empezó a sangrarme la nariz sin parar.

Las tomas no eran muy seguidas, cada 2-3 horas... e íbamos apuntando en una app  “baby tracker” cuando comías, manchabas el pañal, dormías y durante cuánto tiempo. Pensábamos que era importante. (Con el estrés que supone estar con el teléfono apuntando cada dos por tres) menos mal que cuando fuimos al pediatra nos dijo que mientras engordes no hace falta tanto control. Dejamos de apuntar de inmediato.

Si las hormonas no eran suficientes, no se sabe por qué ni cómo me salieron lombrices que hacían las noches insoportables. Picores que se juntaban con la tirantez de los puntos, el sangrado, las grietas de los pezones y el no saber cómo iba a ser cada noche.

No entiendo lo de las lombrices. Tuve de pequeña pero era algo que pensaba que ya no volvería a coger… y tuvo que ser en el postparto. El médico me dio un antiparásito y en unos días desaparecieron los picores…. Pero qué primeras nochecitas…

Y sí, después de todo este descontrol, solo podía venir una cosa. La fiebre.

No era una fiebre alta pero me dejaba agotada. No llegó a 38ºC pero creo que fue la manera de que mi cuerpo decayera y volviera a resurgir.

Pasados esos primeros 10 días todo mejoró.

Los puntos, aunque alguno se ha abierto y se tiene que curar por segunda intención, mejoran día a día, el sangrado es mínimo, la regulación de la leche se ha estabilizado y, quitando de momentos en los que parezco una fuente milka, las tomas van a la par de la producción de leche.

Las hormonas se han calmado y me han dejado pensar con claridad, actuar con mentalidad propia y empezar a disfrutar del cambio de vida que ha supuesto tu llegada.

No te diré que ahora ya no hay nada complicado. En el fondo todo y nada lo es. Días más agotadores, más tranquilos, momentos de risas, momentos en los que no sabemos qué te pasa y lloras, segundos en los que ríes, segundos en los que haces morritos, canciones a canon, John Brown,  Bon día, un tren petitó, listas de reproducción de spotify, cuentos con sonidos y mucha, mucha paciencia y serenidad.
Hay que pensarse dos veces la maternidad.  Es bonito traer vida al mundo pero hay que estar dispuesto y con fuerzas y ayuda para afrontar todos los cambios.

Seguimos con la aventura de verte crecer.

Continuamos con el proceso de hacerte vivir.




martes, 22 de mayo de 2018

9 de mayo de 2018


Tres días más de la semana de espera. Cumpleaños de tu abuela paterna y del jefe de estudios compañero de mamá.

Noche de la primera semifinal de Eurovisión.  8 de mayo.

Yo con las piernas tan hinchadas que decidir dar un paseo hasta la playa para recoger los kebabs (los mejores que probarás nunca) se me hacía cuesta arriba aun sabiendo que podría volver en el coche de tu tía Nereida que ya estaba haciendo cola para la cena.

Cachondeo en casa con video incluido para ver si te animabas a salir pronto, críticas a las actuaciones de los países, cansancio generalizado entre los caris.

Pronto, pronto a la cama.

Ya sabes que papá es un animal diurno y, cuando cae la noche, mejor que lo dejemos descansar.

Yo estaba un poco inquieta porque sabía que ya te quedaban pocos días dentro de mí. Notaba sensaciones diferentes. La tripa se me endurecías bastantes más veces aunque sin mucho dolor.

Al mismo tiempo estaba cansada. Llevar 13 kilos encima, una retención de líquidos de caballo y haberte zampado un kebab completo te deja K.O sin quererlo.

Sobre las 12 de la noche y ya casi entrando en el sueño profundo noto como la sensación de orinarme encima. No mucho. Solo un escape.

Voy al baño. Papá está profundamente dormido y no lo quiero despertar.

Pues no, los ejercicios de Kejel funcionan y no me he hecho pis. Huele a agua destilada, a antiséptico, a limpio.

Pero no sale más.

Un poco rallada me vuelvo a acostar en la cama. Me siento bien y ya nos dijeron en la preparación al parto que había tiempo de sobra aunque rompiéramos aguas o fisuráramos  la bolsa para tomarnos las cosas con calma.

Me duermo pero sin darme cuenta empiezan las contracciones. No tengo muy claro si son las que debo tener o no pero me sale automático el tema de respirar de nariz.

Jorge se despierta de oírme respirar tan rápido.

No me había dado cuenta pero parecía ser que la respiración se repetía cada muy poco tiempo.

2-3 minutos de descanso.

Las 4 de la mañana.

Nos duchamos. Sin saber si se había roto la bolsa pero con contracciones cada tan poco tiempo, decidimos irnos al hospital.

Las 6 de la mañana.

Entramos. Me toman la temperatura. Correcta. La tensión. Un poco más alta de lo normal. Pero correcta.

La matrona de guardia me hace un tacto. Estoy dilatada de 2cm. Me quedo. Me hace la prueba para ver si he roto aguas o no. No lo tiene claro. El color sale muy debilitado.

Llama a mi ginecólogo para decirle que habíamos empezado el proceso. Se alegra de no tener que llegar a inducir.

Me ponen una vía y me asignan una habitación. Termina su turno.

Yo sentada en la pelota de pilates espero a la nueva matrona a ver si con el vaivén y el balanceo voy dilatando.

Al llegar, nos dice que somos dos las que estamos de parto y que prefiere bajarnos a la sala de dilatación para tenernos más controladas.

Yo estoy como si nada. Monotorizada con tus pulsaciones y el nivel de las contracciones van pasando las horas.

Empezamos con la oxitocina al 6. Había oído que si te la inyectaban las contracciones se hacían muy dolorosas y era muy duro soportarlo pero de momento no siento nada.

Jorge no para de hacer fotos y videos. Estamos bastante aburridos.

La matrona entra de vez en cuando. Yo sigo muy tranquila. No siento dolor. Simplemente tengo que respirar de nariz y pecho cada vez que noto que la tripa se me contrae.

Unos 30-40 segundos  y vuelta al relax.

La oxitocina ya la han subido exponencialmente un par de veces al 12 al 24 y la matrona entra para hacerme un nuevo tacto. 4 cm. Puedo ponerme la epidural.

No lo tengo claro. No siento dolor. Y la matrona me dice que podemos esperar.

Llega el ginecólogo. Todo bien y perfecto. Yo sigo en la pelota. Tienes que bajar. Sigues alta y necesitamos que te encajes bien.

La chicha de la habitación del lado grita como una descosida y yo no entiendo nada.

Seguimos sumando oxitocina. Subimos a 36. Hay que acelerar la bajada y parece ser que la cosa va lenta.

Nuevo tacto. 7 cm. Hay que decidir si poner epidural o no. La matrona me dice que es algo muy personal pero yo le insisto en saber si el dolor se va a intensificar mucho ya que en esos momentos el dolor no es nada intenso y puedo soportarlo bien solo con la respiración.

La matrona se me queda mirando e incrédula me pregunta si no me ha dolido el tacto que me acaba de hacer.

No he sentido nada.

Repite.  En 40 años de trabajo no se había encontrado con nadie a la que no le doliera un tacto así.
Se moja. Me dice que con ese umbral del dolor ella no se pondría nada. Que sería mucho mejor para el expulsivo notar las contracciones para empujar.

Decidido.

Seguimos dilatando.

Seguimos subiendo exponencialmente la oxitocina. Subimos a 48.

Parece ser que falta un reborde y no quieres terminar de prepararte.

Me entra mucho sueño. Son las 13h y no he dormido en toda la noche. Decido dejar la pelota y tumbarme en la cama.

Me duermo. Ni las contracciones pueden con mi sueño.

Durante la siguiente hora entra el ginecólogo. Nuevo cambio de matrona y nuevos tactos. Ya estamos mucho rato con la oxitocina alta y los últimos pasos para el expulsivo parece que no llegan nunca.


La nueva matrona le dice que va muy lento.


Decide coger las riendas. Se pone los guantes. Y, por primera vez en todo el proceso veo los astros, las estrellas y los asteroides.

Apoyado sobre mí, me aprieta el vientre mientras me mete la mano y me hace empujar. Bufff.

Decide mover ficha.

Nos vamos a expulsivo.

Me avisa que no va a ser fácil. Está alucinando con que haya decidido no ponerme anestesia y sabe que voy a ser fuerte.

Cambiamos de sala. Jorge debe vestirse de verde para entrar en expulsivo.

Me ponen en posición de parto. Han bajado la cantidad de contracciones. Subimos oxitocina.

Llegamos a 56.

Sólo debo empujar cuando sienta una contracción.

Empezamos.

Demasiadas  pocas contracciones. Tenemos que optimizarlas.

La matrona encima de mi tripa, el ginecólogo decidiendo como acelera la salida, la auxiliar flipando, Jorge llorando de emoción.

Tiene que bajar más. Yo empujo como si me fuera la vida. En una misma contracción tres veces. No puedo parar de empujar mientras dure la contracción.

Cortamos. Sacamos el kiwi. Viene posicionada mirando al cielo.

El anestesista, que pensaba que no iba a tener trabajo, es requerido para hacerme ver las estrellas y tomar el relevo de la matrona y presionarme la tripa para hacerte bajar.

Bufff.

Todos me dicen que falta poco. Pero yo no veo final. Aprieto y aprieto. El ginecólogo estira el kiwi, el anestesista se deja toda su fuerza en mi vientre, Jorge llora y me da ánimos, la matrona me insiste en que no puedo parar de hacer fuerza, me ponen oxígeno, está siendo más largo de lo esperado, la auxiliar está alucinada porque en todo el tiempo que lleva trabajando nunca había visto un parto sin epidural.

Sale.

Silencio.

No hay llanto.

Se te lleva el pediatra.

Yo quería mi piel con piel.

Jorge me hace bajar de la nube. Es lo mejor para la niña.

Nos la ponen unos minutos encima. Ha empezado a llorar pero muy bajito.

Ha sufrido mucho.

El ginecólogo empieza a coser. Se te llevan en observación a neonatos. 

Me dice que se ha complicado al no haber podido posicionarte mirando hacia abajo.

Le doy las gracias por haber sido valiente y no hacerme cesárea  (mi hermana vino igual y a mi madre la llevaron a quirófano) cuando ya lo teníamos casi todo hecho.

Estoy cansada pero me siento bien.

Me suben a planta y Jorge se va a neonatos a verte y ver que estás bien.

La matrona me explica que si quiero dar pecho lo mejor es, que como no sabemos cuándo  te subirán con nosotros, vaya estimulándome el pecho para ir sacando el calostro y recogiéndolo en una jeringa para después poderte dar las primeras gotas de leche (de un color amarillo cual leche condensada) llenas de nutrientes y defensas buenísimas para tus primeros días de vida.

Al final fue menos de lo que pensamos.

En dos horitas te tuvimos con nosotros.

Ya somos tres en la familia.

Terminamos el proceso de traerte al mundo.

Empieza una nueva etapa.

Tu crecimiento.

Nuestra adaptación.

Te queremos Abril.

Bienvenida a la tierra.





lunes, 21 de mayo de 2018

Familia y hogar. Semana 40


Con el DNI caducado complicaciones para poder hacer el papeleo de registro y, con estos últimos meses de cambios la fecha de caducidad del documento de identidad es lo último que miras.

Así que a Castellón a renovarlo y visita ginecológica para empezar la semana.

Lunes 7 a las 8 de la mañana exactas, mientras sonaban las campanas, expulsé el tapón mucoso. 

Exploración. El cuello del útero mínimamente borrado. Seguimos igual. Volante para inducción al parto el día 15, ingreso el día 14 y a esperar que todo venga de la manera más orgánica posible.

Y así fue. Dos días después de la visita y con la tripa bien llena, decidiste presentarte al mundo.

40+3



martes, 15 de mayo de 2018

Siete años sin Pedro San Martín


Hola Pedro,

Todo ha cambiado tanto este último año… sobretodo estos últimos meses y más concretamente los días más próximos al “aniversario” anual de tu despedida.

Reviso la correspondencia del año pasado y veo y confirmo como puede voltearse la vida en un año, en un mes, en una semana, en un día o en un minuto.

A nosotros nos lo van a decir…

Después de 7 años de vivencias, estos últimos 9 meses han sido el cambio más grande a nivel físico y mental que había experimentado nunca.

Soy madre, Pedro.

Como me dijo ayer Borja por teléfono (oblígame a llamarle más, por favor, sabes que le tengo presente en muchas situaciones de mi día a día pero no lo materializo ni con mensajes ni con conversaciones) cuando tienes descendencia ya nunca vuelves a ser la misma. Eres tú. Pero también eres madre. Y lo eres para siempre.

Supongo que estarás al tanto de todo. Sigo creyendo de verdad, que igual que hoy en día podemos, gracias a las redes, saber de los demás sin tenerlos cerca, tú sigues cerca sin verte.

El nacimiento de Abril se programó para el 15 de mayo aunque la fecha término era el 6. Tu despedida. Su bienvenida.

Finalmente nació el día 9 en un parto natural sin epidural. Después de cenar un kebab con amigos, ver la semifinal de eurovisión (sí, ya sé que eurovisión… que me has dejado mucho más legado musical, pero en el fondo nos gustaban esos saraos ¿verdad? El faranduleo de la noche del que cada vez estoy más apartada pero del que guardo bonitos recuerdos y relaciones que aún hoy me alegra volverme a encontrar físicamente en algún evento o seguir sus cambios por internet) y pasar unas contracciones donde me reafirmé en mi alto umbral del dolor y un expulsivo eterno donde Abril quiso salir saludando mirando al cielo.

Si hubieras vivido la era de Instagram y whatsaap… jejeje esto sí que es conexión permanente las 24h…

Pero bueno, no tendríamos esos mails interminables que guardo con tanta ternura de toda nuestra relación. En el fondo la inmediatez deja poco espacio para la reflexión y de lo segundo nosotros teníamos mucho. Pero ni arreglamos el mundo en su día ni lo haremos ahora.

Nos exponemos porque en el fondo solo queremos notar que somos. Que estamos. Y que los que ya no estáis seguís existiendo gracias a ello.

La vida es muy bonita, Pedro. Incluso en momentos en los que cuesta encontrar  hechos o pensamientos positivos siempre, siempre, aparece algo, alguien, que te vuelve a hacer sonreír.

Hormonada hasta las cejas, con la subida de leche en pleno apogeo y mirándole la cara a Abril mientras toma pecho qué te voy a contar…

Sé que te afloró el instinto paternal estando juntos, aunque sabías que mi instinto maternal era inexistente y que puede que sea ahora, en dimensiones diferentes, cuando se hayan alineado todos los astros.

Toda la historia de los ciclos lunares que me ha llevado de cabeza en la gestación, junto con tu obsesión por la meteorología y el universo han decidido que un 15 de mayo, 7 años después, la inexistente luna nueva inunde nuestros pensamientos y nos recuerde que, como comentó hace unos días el hermano de Jorge, en 2018 mayo fue Abril.

Te quiero mucho Don Pin Pon. Mamá Rosy nunca te olvidará.

Existe eternamente.








domingo, 6 de mayo de 2018

Familia y hogar. Semana 39


Nada.

Mi gran apuesta del día 30 de abril ha sido fallida. Y tan fallida.

En la visita ginecológica de esta semana ya nos han advertido que puede que tengamos que obligarte a salir. 13 kilos en mamá, 3’3kg y 50 centímetros.

Pero se ve que estás demasiado bien en la tripa.

Fecha de inducción para nacer 15 de mayo. Sí, 15 de mayo. Ni hecho adrede. Luna nueva. Nueva vida. Eterna muerte.

Coincidencias emocionales que se entrelazan y te imprimen una sonrisilla de complicidad en el rostro.

Preferiría que salieras de manera natural antes o ese mismo día 15 pero reconozco que no deja de sorprenderme y enternecerme el hecho de que el médico haya estipulado esa fecha para tu nacimiento.

Hay tantas energías que se escapan a nuestras mentes…

Los monitores con contracciones poco regulares y débiles muestran que debemos esperar pero, como siguen insistiendo matronas y ginecólogo,  todo puede cambiar en unas horas.

A mí ya me cuesta hacer paseos largos. Se me carga  mucho la pierna derecha y me toca estirar cada pocos metros. Supongo que tiene que ver con la circulación, el calor, la hinchazón y la posición del cuerpo al andar.

Te esperamos.