lunes, 6 de febrero de 2012

Cenas entre semana


Hacía ocho años que no sabía nada de el.

No recuerdo como nos conocimos ni tampoco sé porque seguía guardando su teléfono pero la invención de la aplicación watshapp, ha hecho que vuelva a mi vida.

Reconozco que siempre me he sentido atraída por el. En su día me parecía enigmático y, la tapicería de cuero beis siempre me ha parecido preciosa.

Tampoco sé como perdimos el contacto. Pero eso es poco importante. Hay tantas personas que entran y salen de nuestras vidas…

La cuestión es que, como es muy típico en mi, la conversación virtual duró poco y, al día siguiente, quedamos para cenar.

Todo sería magnífico y apasionado si no me hubiera enterado en mitad de la cena que el tio llevaba siete años con su pareja y no se había casado porque no creía en el matrimonio.

Ante esta situación, intento mantener el tipo y sigo como si nada pero claro, después de lo que me había dicho, mi moral cristiana me impedía tensionarle.

¿Quién soy yo para entrometerme? ¿Solo estamos cenando, no?

Y eso fue lo que pasó y ha seguido pasando.
Mensajitos, tonterías y cenas entre semana (la novia trabaja fuera).

Ya llevamos unas cuantas.

Me gusta que cenemos juntos, es simpático y vivimos en dos mundos muy diferentes. Juntar los negocios con la música o la enseñanza puede llegar a enriquecer los horizontes de la vida de ambas artes.

Pero…

Tanto tenedor, tanto cuchillo o incluso, tantos palillos ¿Dónde nos va a llevar?

Dos no se pelean si uno no quiere. Lo mismo pasa con la atracción.
El problema viene cuando la atracción está implícita en la cena y las dos partes intentan esquivarla, con el handicap de darse cuenta que esto no sucede siempre a la vez.

La cena se convierte en una sensación mucho más morbosa que termina con un “vamos hablando” y dos besos en las mejillas.




                                         

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