sábado, 15 de mayo de 2021

Una década sin Pedro San Martín.

Hola Pedro,

Releo la carta que te envié el año pasado y parece que se empieza a ver la luz en esta pandemia mundial que empezamos hace más de un año.

Lo que pasa es que la raza humana no aprendemos.

Nos cuesta parar y escuchar al planeta.

Y nos está diciendo a gritos que bajemos el ritmo.

De nuestras vidas, de la contaminación, de la mal entendida “libertad” de muchos…

Hace medio año me hubiera centrado en la humanidad para intentar aportar de manera global, para reflexionar sobre una sociedad en constante cambio, para explicarte que estamos viviendo más sobre la marcha que nunca.

Pero no.

Voy a hablarte de mí.

De mi familia.

De mis sentimientos.

De cómo un 25 de enero escuchas la palabra LEUCEMIA y todo se paraliza.

Porque es el diagnóstico tu hija.

Porque con dos años y medio va a vivir lo que otros muchos, ojalá, no viviremos jamás:

El camino de erradicar uno de los cánceres con el tratamiento más largo que existe.

Y en ese camino estamos.

En el de acompañar a Abril en su nueva realidad durante los próximos dos años y en traer al mundo y cuidar a la pequeña Arlet que se unió a la familia el 27 de febrero.

No te voy a decir que está siendo fácil.

Pero te digo sinceramente que está siendo menos complicado de lo que yo pensaba.

Mi diario personal que comparto con el mundo (ya sabes que siempre he sido muy exhibicionista, literariamente y fotográficamente hablando) hace que ordene los acontecimientos, los pensamientos y las reflexiones de mi cabeza y de mi corazón.

Porque no siempre van de la mano.

Pero solo las palabras pueden hacer que se lleguen a entender.

¿Sabes Pedro?

Gracias a la leucemia he dejado muchos miedos atrás de la maternidad y de la vida.

Me he dado cuenta de que los límites y los frenos los pone nuestra mente y que no vale la pena preocuparse de aquello que no puedes cambiar.

Peor hay muchas cosas que sí que podemos modificar.

Hay muchas cosas que sí que podemos decidir.

Y en eso, ahora estoy haciendo el máster de la carrera que viví hace diez años con mi padre y contigo.

Porque parece mentira que haya pasado una década sin verte.

Parece que fue ayer cuando me descubriste el mundo.

Pero ya han pasado diez años y nada es como era entonces.

Ya no soy esa veinteañera que se enfrentó a la muerte por partida doble.

A veces te recuerdo y sonrío.

Tan intenso, tan frenético, tan imparable…

Y ahora… ¿Cómo seríamos ahora?

Ahora somos invencibles.

Porque la fuerza mental que me aportaste y las experiencias vitales que me hiciste vivir, me enseñaron a soltar, a compartir y a canalizar los sentimientos para ser y estar mejor.

Cuando se rompe el hechizo de un cuento de hadas a los 25, remontas.

Vuelves a escribir otro.

Más tranquilo, más pausado, más familiar…

De repente, a los 35 años, mientras en la trama está a punto de nacer otra nueva princesita, aparece un hada malvada que invade tu casa, tus rutinas, tus planes, tus expectativas y hechiza a tu hija mayor…

Solo te queda una opción.

Seguir escribiendo.

Y esta vez no lo hago sola.

Lo hago con dos niñas maravillosas.

Una emocionada de la vida, imparable, incansable, insaciable, amante de la música, de los cuentos, de la escucha activa y del cole.

Abril.

Una bebé bendita, tranquila, pausada, que se duerme solita, que ha descubierto su dedo pulgar, que sonríe, que da paz, que vino para hacerme ver que no hay dos maternidades iguales.

Arlet.

Y un compañero de vida.

Un príncipe.

Divertido, creativo, pasional. Que igual te prepara una paella que te domotiza la casa. Cabezota. Inquieto. Trabajador. Que se está sacando el máster en enfermería y terminando los créditos que le quedaron de psicopedagogía infantil.

Jorge.

 

Porque está viviendo todos los ingresos, todos los hospitales de día, todas las quimios, las punciones, los aspirados, las ecografías, los jarabes, las tensiones, las tiritas de los pipis, las transfusiones… Sin perder ni una pizca de su esencia.

 

Y seguir juntos en la distancia es lo más complicado de todo esto.

 

En la salud y en la enfermedad.

 

Qué fácil es de decir.

 

Porque el tratamiento de Abril es la inmunodepresión de los dos.

Es la preocupación conjunta de compartir una experiencia vital transformadora.

Es la dificultad de crecer juntos viviendo realidades diferentes.

Es aprender a ayudarnos sin vernos, a escucharnos sin tocarnos y a aguantarnos sin rencores.

 

Nunca antes habíamos estado tan lejos el uno del otro y al mismo tiempo tan cerca en objetivos.

Nunca antes nos habíamos necesitado tanto y al mismo tiempo nos las estamos apañando solos.

Palabras y sentimientos reales.

Sinceridad y empatía.

No hay pócima mágica para romper el hechizo.

No hay besos de amor verdadero que nos hagan terminar el cuento en una semana.

 

Solo lo podemos escribir nosotros.

Los 4 que formamos esta familia.

Con nuestras vivencias.

Con nuestro pasado.

Si de algo estoy segura en estos diez años de aprendizaje y transformación sin estar a tu lado, es que nunca desaparecerás.

Siempre hay un recuerdo, una persona, un comentario, un objeto, un lugar… Que me recuerda que sigues ahí.

Que físicamente no estás viviendo con nosotros. Con todos los que te llevamos dentro. Pero que tus partículas elementales (uno de tus libros preferidos) siguen nutriendo cada una de nuestras células.

Cuídanos Pedro.

Sabes que yo aquí abajo voy avanzando con todo lo que se ponga por delante.

Que soy feliz.

Que me siento agradecida por, pese a que suene una locura, todo lo que nos está tocando vivir y todo lo que nos está haciendo crecer.

Y lo único que te pido es que no nos dejes.

No dejes que te olvide nunca.

No dejes de enviarme señales en mi día a día de lo que hace diez años fui contigo.

Porque ya sabes que me encantan los cuentos.

Y aunque el nuestro tuvo que terminar inesperadamente,

El mío necesita de nuestra esencia para escribir un final feliz.

 

Por otras décadas más de correspondencia universal.

 

Gracias por ayudarme a vivir Pedro.

 

Siempre te querré.

 

Rosa.





 

 

 

 

 

 

 

3 comentarios:

  1. Gracias, Rosa. Por volver a hacernos llorar y sonreír. Por regalarnos aire y ganas de vivir. Por transmitir esa felicidad incluso en medio de la tormenta. Un año más, otra vez, cada vez más difícil pero siempre con más fuerza, demostrando que a pesar de todo, nuestro deber es dar algo para que el corazón tenga más fuerza y más motivos para latir, con más intensidad y empeño. Y gracias a estas cartas, por malo o peor que sea lo que venga, te juro que ahora y siempre nos aferraremos a la vida (bella, triste, cruel, extraña, dura, inexplicable... y buena, porque al final siempre hay algo que brilla y la hace buena). Porque se puede y se debe. Porque es nuestra obligación pasar por este mundo y dejar nuestra huella de haber intentado hacerlo un poquito mejor.

    Pedro, seguro, estará orgulloso. Abril en su futuro, que sin duda será ESPLÉNDIDO, también. Y lo vivido así, a cada bocado... eso nadie os lo podrá quitar. ¡Disfrutadlo todos!

    Os deseo a los cuatro, hoy y siempre, sonrisas a espuertas, suerte a manos llenas, toda la salud posible, mares de felicidad y alegría... y aunque parezca imposible -de tanto como tenéis- más cariño. Siempre.

    ¡Mil besos y gracias de nuevo por demostrar que hay motivos!

    Farrah M. Julià

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    1. Me encanta leer tus comentarios y me intriga no saber nada de ti.

      Creo que en eso radica la magia de compartir y de aprender unos de otros sin que ni tan siquiera sepamos a quién vamos a llegar.

      Seguiremos avanzando y disfrutando.

      Gracias por tus palabras.

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  2. Pues apenas soy... un/una troll bueno/a. ¡O que al menos intenta serlo! ;-). Soy alguien que leyó "Menta y agua" y sintió empatía al ver su reflejo ahí dentro. Que comprendió que no era la única persona en el mundo que vivió algo así y se sintió así. Alguien que se vio morir pero pudo renacer. Una persona que está agradecida a la vida, a la buena y a la otra "aunque a veces duela". ¡Nada más y nada menos! ¿verdad? :-)
    Cuidaos mucho, todos. Y no desistáis, no os rindáis. Nunca.

    Abrazos!!!

    Farrah M. Julià

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