martes, 20 de abril de 2021

Diario de una leucemia - día 82 - El postparto.

45 días después de dar a luz termina mi cuarentena.

El miércoles por la noche empecé a sangrar y me pareció extraño.

Muy pronto para una menstruación y muy tarde para un postparto.


El viernes llamé a la matrona y me dijo exactamente lo mismo. Con lactancia materna a demanda es muy raro menstruar tan pronto.


Me recomendaba ir a urgencias y que me vieran.


Era la primera vez que iba al hospital de la plana.


Estaba un poco agobiada de dejar solas a las dos niñas con Jorge.


Sobre todo a Arlet, sin el pecho.


Y no.


No me saqué leche... no me preguntéis por qué.


Una hora de espera, dos horas...


Y sí.


45 días después de parir vuelvo a ser fértil.


Menos mal que no había estado el horno para bollos y no ha habido posibilidad de embarazo.


Pero la tensión la tenía al 20 y al 10.


Y así no me podía ir.


Y yo me quería ir a mi casa a dar el pecho.  Ya hacía 3 horas.


Jorge me decía que Arlet estaba genial. En videos, en audios...


Pero no podía tranquilizarme.


Me llevan a paritorios. Una pasada. Bañera de hidromasaje, luces, hilo musical...

Lo más parecido a un spa.


Me tumban en una camilla y me dicen que debo relajarme.


Me está saliendo todo. Nunca sabes ni dónde ni cuándo te va a pasar.


Y lloro. Y quiero estar bien. Pero sigo llorando.


Una hora después me dicen que lo mejor es que Arlet venga a tomar pecho y me dan un valium para relajarme.


Mi suegro se queda con Abril.


Y allí terminamos.


En un paritorio precioso, Arlet, Jorge y yo, con música y luces tenues aportándome paz 

y sosiego.


A las 21:30 llegábamos a casa.



Y ahora, recordando todo desde el principio, me doy cuenta de que es preciso soltar.

Y a veces no solo sirve hablar, escribir o llorar.


A veces hace falta sentir intensamente. Sin poder parar. Aunque sea en un hospital. Aunque sea con la tensión por las nubes, aunque sea impredecible, incomprensible e irracional.


Porque yo me encontraba bien.


Solo quería volver al hogar.


Y mi cuerpo me decía que no.


Que necesitaba parar.


Parar.


Salir del círculo vicioso en que nos hace entrar la ansiedad.


Volver a sentir la presión del tensiómetro y escuchar a las ginecólogas que aún debe bajar más.


Pero al final llega.


Todo se normaliza.


Y doy gracias de que me pasara en un hospital.


Doy gracias de tener una nueva hija bendita que me deja dormir por las noches, cumple sus ventanas de sueño, come en 10 minutos, sonríe cuando le cambias el pañal, se duerme sola, se entretiene y me deja ser una bi madre en paz.


Si me hubieran dicho que estos 45 días pasados iban a ser así después del postparto de Abril no lo hubiera creído.


De hecho, no creía que pudiera haber un postparto de felicidad, sin altibajos, de paz y de calma.


Y ahora veo que cada crianza es un mundo, que cada momento es irrepetible y que cada hija me vino en el momento que tenía que venir.


Cierro mi segundo postparto con un pico de tensión y una gran sonrisa.

Porque nunca pensé que iba a ser tan fácil.


Nunca pensé que sería tan fuerte y vencería a mis miedos.


Nunca pensé que siendo yo, podría vivir un postparto de dos maneras tan diferentes.

Gracias hijas. Por hacerme cada día diferentemente mejor.






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