miércoles, 17 de julio de 2019

8 años sin Paco Martí. Mi tercer año de dirección.


¡Hola papá!

¿Puedes creerte que unos días antes del aniversario de tu despedida me acordé de la fecha, intenté organizarme mentalmente y, cuando llegamos a día 12 y fui a acostarme vi que tus otras hijas habían compartido algunas fotos por Instagram y que yo no había pensado en ti?
Fatal.

Fueron unas semanas de carga mental muy intensa y no estaba ni para escribir, ni para recordar, ni para sentir. De hecho, final de curso siempre es una locura y con una tutoría y un despacho de dirección solo me quedaba hueco mental para recordar por las tardes que tenía una niña y tenía que desconectar y disfrutar con ella.

Y ni eso hacía.

Menos mal que me rodeo de buenos equipos en mi vida.

Un super equipo de trabajo en el que todos los puntos de vista cuentan, todas las experiencias,  todas las tareas nos preocupan y todas las decisiones se toman desde el consenso de tres personas que coincidieron en un colegio y en un momento determinado y nos hemos convertido en imprescindibles. Porque las diferencias entre nosotros son las que nos hacen funcionar. Porque responsabilidades así, necesitan de varias cabezas pensando juntas, de varios cuerpos trabajando por un fin común y de varios sentimientos aflorando bajo las mismas situaciones.

Estos tres años me han hecho darme cuenta de lo difícil que es transmitir ideas, sentimientos y ganas. Lo fácil que es equivocarse y lo rápido que nuestro cuerpo asimila la auto culpa o las inseguridades de pensar si se están tomando las decisiones correctas.

Pero compensa. Compensan los momentos de reflexión, el obligarte a estar al día, el levantarte sin saber todo lo bueno y lo no tan bueno que vas a vivir, el conocer nuevas maneras de ver la educación, nuevas personas, nuevos puntos de vista, el aprender de las relaciones personales, el incentivar la creación de actividades y organizaciones diferentes y el tener un equipo de trabajo como el que hemos formado.

Y la gestión.


Y las personas.
Me cuesta exteriorizar sentimientos y ver la parte negativa de las ideas y los proyectos. Creo que debo mejorar la parte afectivo social y pensar más en todo lo que comportan las decisiones, pero no hay aprendizaje sin la creación de situaciones para llevarlas a cabo y en eso consiste mi día a día.

Ya sabes que siempre me han gustado los papeles, las letras, las leyes y estar al tanto de todos los proyectos, concursos e innovaciones que van surgiendo.

Y compaginarlo con la puesta en práctica en el aula me parece en binomio perfecto.

También me he dado cuenta que se puede proponer, que se puede soñar, que se puede invertir tiempo en pensar, en organizar, en programar, pero al final, lo único que hace falta para que las cosas funcionen es dejar el egocentrismo a un lado, apartar el egoísmo al que nos lleva la sociedad en la que vivimos olvidado y pensar en el bien común.

No todos estamos en el mismo momento de la vida, ni damos el mismo tiempo personal por el trabajo. Y eso es así. Tiempo personal. Porque con la carga laboral que tenemos durante el curso, es imposible parar y pensar. Y es ahora, en verano, ese tiempo que parece vacaciones pero ya se está programando, pensando, intentando mejorar cosas, aprendiendo de los errores, cuando parece que todo se asiente, se frene y se interiorice.

Muchas personas están aportando parte de sus horas, de sus pensamientos, de sus ideas y de su salud a mejorar las cosas, a intentar cambios para avanzar, a sentirse parte de una comunidad que convive, que aprende y que siente junta.

Aparentemente sin nada a cambio.

Pero hay mucho a cambio. Simplemente no pongamos obstáculos. Démonos el permiso de equivocarnos, de aprender de nuestros errores, de alegrarnos por nuestros logros o los de los demás. O por los de todos. Porque nada se consigue sin apoyo. Y eso se olvida fácil.

Gracias a todos los que no se conforman, los que no dicen sino que también hacen, los que no viven en la negatividad, los que creen que el pasado simplemente es el bagaje para crear un presente que nos lleve a un mejor futuro, los que tienen paciencia, los que perdonan, y los que nos aceptan a cada uno de nosotras y nosotros tal y como somos.

Nunca pude hablar de todo esto contigo, papá. Supongo que estaba en otro momento de mi vida. Pero escribirte y de recordarte con tu serenidad, tu inteligencia, tu saber estar y tu bondad me hacen sentirme afortunada de haber compartido contigo aprendizajes, discusiones, decisiones y valores que me han hecho ser quien soy hoy.

Sé que tenías un buen equipo contigo.

A nivel profesional, personas que te acompañaron en la docencia y en el equipo directivo del instituto, personas que fueron tus amigos, que soñasteis juntos.

A nivel personal una mujer que vivió contigo los momentos duros, que te acompañó y te creó otros, que disteis vida a 4 hijas y que ahora muchas veces me planteo cómo pudisteis con todo.

Porque este trabajo, este cargo, es imposible sin un equipo familiar fuerte.

Y lo tuviste, y lo tengo.

Gracias Jorge por ser el peso fuerte de casa. El que compra, el que hace la comida, el que piensa en el día a día y al que nada de lo que tenga que ver con el hogar o la crianza se le hace cuesta arriba.

Gracias por aguantar mis alegrías ante las cosas que van saliendo bien, ante los logros que nos contamos en las sobremesas diarias, ante mis divagaciones educativas y las quejas de un sistema en el que creo que el que más grita no debe ser al que más se escuche y por desgracia aún funcionamos muchas veces así.

Gracias también ante mis lágrimas de impotencia, de incomprensión, de pese a hacer las cosas para bien ver que no salen como te habías planteado, gracias por aguantar mis momentos de saturación mental, por escuchar mis ideas de innovación pedagógica, por relativizar mis problemas y por hacerme sentir escuchada  y querida.

Porque nos hemos ido mimetizando hasta el punto que no nos hace falta hablar. Hasta el punto de saber cuándo necesitamos contar y cuando es mejor mantenerse en silencio.

Gracias por aguantar sin quejarte mis retrasos al salir del trabajo, a dejarme a solas en casa cuando me viste saturada, a congeniar con Abril tanto o más que yo, a ser un buen padre y un buen acompañante de vida.

Porque en esta vida solo se puede pedir eso.

Levantarte cada día pensando que eres feliz pese a tu pasado, pese a tus problemas, pese a los problemas que te has creado e igual no pasan, pese a tus miedos, pese a equivocarte.


Ser feliz.


Gracias, super equipo, gracias Jorge, gracias claustro, gracias padres, gracias clase de quinto, gracias directivas, gracias inspección, gracias consejería, gracias mundo, gracias papá, gracias familia, gracias recuerdos.

Porque con vosotros y pese a vosotros soy feliz. En mi vida, en mi trabajo y en mi persona.


Gracias por hacerme crecer.


Gracias por permitirme vivir.















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