domingo, 3 de julio de 2016

El carro, el viento y la barca

Hace dos semanas conocí a una persona que ha vivido conmigo la transformación de una nueva etapa laboral.

-          Tienes a alguien detrás que te cuida y te protege. - Me dijo- Lo estoy viendo en este mismo instante. Tiene algo especial en el pelo y le gusta vestir bien.

No entendí nada y me giré. Detrás de mí no había nadie. Pero ella le veía.

Después de aquello, que me dejó totalmente asombrada vi que las personas que nos dejaron en este mundo nunca dejarán de acompañarnos en nuestro camino.

Porque yo he dejado de estar acompañada físicamente de dos personas que me enseñaron, me formaron, me quisieron y me apoyaron.

Pero sus enseñanzas, su formación, su amor y su apoyo siguen estando aquí. A mi lado.

Fuimos a la playa y después de hablar con la melodía de las olas rompiendo sobre las piedras y el viento alborotando los pelos de locas que se nos estaban poniendo, nos hicimos un helado y volvimos a casa.

Una avenida marítima que une pueblo y playa y aloja una pequeña ermita en honor a Santa María Magdalena.

-           Coge una carta  - me dijo – Los espacios sagrados, sean de la religión que sean, transmiten paz y tranquilidad y en ellas los pensamientos positivos y de esperanza se amontonan en busca de plena felicidad.

Nunca había visto una baraja del tarot en persona. Tampoco soy yo de mucho misticismo, pero después de las conversaciones de aquella tarde mi instinto me decía que tenía que elegir uno de aquellos cartoncillos.

-          El carro -  Me dijo- Vas a tener que coger las riendas de un reto importante, algo que te supondrá una carga de responsabilidad y de iniciativa en frente de un grupo de personas.

No entendía nada. Sí, sabía que en mi trabajo el equipo directivo del centro decidía terminar sus 13 años de trabajo, sabía que nadie habíamos presentado proyecto para relevar pero no  sabía si era mi momento, mi destino o mi responsabilidad.

Volvimos a casa (algunas más desconcertadas que otras) y al llegar al portal sonaron las doce campanadas de media noche  (tener un campanario pared con pared facilita que sucedan estas cosas).

-           Ahora es el momento, vuelve a coger una carta.

Ya medio de risas, medio de broma, volví a coger la carta.

El carro.

Fuera lo que fuera, era para mí.

                                                                    …

En la vida, llegan momentos en los que tienes que implicarte. Nada mejora solo. Todos tenemos la obligación, dentro de nuestras posibilidades, de intentar hacer las cosas lo mejor posible y de transmitir lo mejor de nosotros mismos a los demás.

Ese día iba a llegar. Todos lo sabíamos. Pero no sabíamos cuándo.

Si en un colegio un equipo directivo termina y no hay un proyecto nuevo que continúe el trabajo que se está haciendo, el inspector o inspectora asignada al centro visita las instalaciones para tantear e intentar mediar para que de esa visita surja un nuevo equipo directivo para al menos un año.

Hubo reuniones, conversaciones y conclusiones de todo tipo. Solo la persona que las vivió todas sabrá qué resultado sacar de toda esa mañana de tertulia que se realizó en un aula de pedagogía terapéutica.
Después de un rato de conversación su pregunta fue clara:

-          ¿Estas dispuesta a tirar del carro?

-           Estoy dispuesta a lo que haga falta.

Ya había cogido el carro.

                                                                      …

Trabajo y más trabajo. Horas y más horas. Julio para mí era un mes de vacaciones y en estos momentos se está convirtiendo en un mes de cambios, aprendizajes, ideas, problemas y consensos.
Porque ya hemos cogido el carro. Ya somos un equipo con ganas de trabajar y de transmitir que todo se puede conseguir con ganas y buena voluntad.

Porque si para algo sirve un equipo directivo en un colegio es para conseguir trabajar conjuntamente toda la comunidad escolar por algo que, para todos los que la formamos, es lo más importante: Los niños y niñas que se levantan cada día con la ilusión de aprender, de descubrir y de pasar su valioso tiempo con cada uno de sus maestros, maestras compañeros y compañeras.

Y ese es el único fin de todo esto.
                                                                      …

Último día de junio.  Último claustro. Me despierto algo rara. Había dormido fatal. La tarde anterior, nos pasamos unas cuantas horas preparando todas las coordinaciones, y puestos que podíamos ir presuponiendo que íbamos a necesitar en septiembre para ponernos a trabajar en verano e ir adelantando trabajo. Las cosas no cuadran a la primera y una suposición propia no tiene porqué ser una suposición acertada. Pero pensando en lo mejor para todos, las cosas surgen.

Mientras me arreglo, surge una conversación algo extraña.

-        ¿Qué día falleció tu padre?- No sabía a qué venía esa pregunta de Jorge -.

-           El 12 de junio de hace cinco años ¿por?

-          Acabo de ver que tu hermana ha compartido el video que le hicieron los compañeros de trabajo a tu padre en homenaje hace cinco años.

-         Sí, no tengo ni idea por qué lo ha compartido hoy pero lo acabo de ver tumbada en la cama. Les quedó muy emotivo.
-           
Los claustros tienen diferentes puntos del día, el primero, la lectura del acta anterior, se suele aprobar por unanimidad.
Había que hablar de la PGA, de los diferentes planes del centro y de la memoria y autoevaluación de nuestra práctica docente.
Empezamos el momento emotivo.
La actual directora sacaba un papel de entre las hojas de su libreta y leía.

No soy de emocionarme pero cuando escucho a alguien hablar con el corazón lo noto y me llega.

Se crea un ambiente de comprensión, agradecimiento y respeto que con pocas cosas más que con palabras sinceras se puede llegar a conseguir.

De repente los pelillos de los brazos se me empezaron a erizar. Empecé a temblar.

                                                  “Bon vent i barca nova”

No podía ser. Esas palabras. Ese mensaje.

Estaba escuchando a mi padre.

Estaba escuchando el final de cada uno de sus discursos.

Estaba escuchando la despedida del vídeo de sus compañeros que esta mañana me había impregnado de su fuerza.

Las casualidades existen pero la suma de muchas de ellas hace que sucedan momentos tan mágicos como los que viví segundos antes de empezar mi nueva etapa como directora del colegio en el que he vivido los dos últimos años de mi vida.

Porque creo que he aprendido a escuchar a mi interior. Creo que las coincidencias buenas y malas siempre suceden por algo y de verdad creo que mis dos pilares, mis dos pes, mis dos perlas. Pedro y papá. Pedro y Paco. Don Paco. Siempre estarán ahí.


Gracias por darme fuerzas. Espero haber tomado la decisión correcta.

Os quiero.





Y sí, señora directora (como se cachondean mis amigos y amigas) pero siempre Rosa Martí.























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