Hace dos semanas
conocí a una persona que ha vivido conmigo la transformación de una nueva etapa
laboral.
- Tienes
a alguien detrás que te cuida y te protege. - Me dijo- Lo estoy viendo en este
mismo instante. Tiene algo especial en el pelo y le gusta vestir bien.
No entendí nada y
me giré. Detrás de mí no había nadie. Pero ella le veía.
Después de
aquello, que me dejó totalmente asombrada vi que las personas que nos dejaron
en este mundo nunca dejarán de acompañarnos en nuestro camino.
Porque yo he
dejado de estar acompañada físicamente de dos personas que me enseñaron, me
formaron, me quisieron y me apoyaron.
Pero sus
enseñanzas, su formación, su amor y su apoyo siguen estando aquí. A mi lado.
Fuimos a la playa
y después de hablar con la melodía de las olas rompiendo sobre las piedras y el
viento alborotando los pelos de locas que se nos estaban poniendo, nos hicimos
un helado y volvimos a casa.
Una avenida
marítima que une pueblo y playa y aloja una pequeña ermita en honor a Santa
María Magdalena.
- Coge
una carta - me dijo – Los espacios
sagrados, sean de la religión que sean, transmiten paz y tranquilidad y en
ellas los pensamientos positivos y de esperanza se amontonan en busca de plena
felicidad.
Nunca había visto
una baraja del tarot en persona. Tampoco soy yo de mucho misticismo, pero
después de las conversaciones de aquella tarde mi instinto me decía que tenía
que elegir uno de aquellos cartoncillos.
- El
carro - Me dijo- Vas a tener que coger
las riendas de un reto importante, algo que te supondrá una carga de
responsabilidad y de iniciativa en frente de un grupo de personas.
No entendía nada.
Sí, sabía que en mi trabajo el equipo directivo del centro decidía terminar sus
13 años de trabajo, sabía que nadie habíamos presentado proyecto para relevar
pero no sabía si era mi momento, mi
destino o mi responsabilidad.
Volvimos a casa
(algunas más desconcertadas que otras) y al llegar al portal sonaron las doce
campanadas de media noche (tener un
campanario pared con pared facilita que sucedan estas cosas).
- Ahora
es el momento, vuelve a coger una carta.
Ya medio de
risas, medio de broma, volví a coger la carta.
El carro.
Fuera lo que
fuera, era para mí.
…
En la vida,
llegan momentos en los que tienes que implicarte. Nada mejora solo. Todos tenemos
la obligación, dentro de nuestras posibilidades, de intentar hacer las cosas lo
mejor posible y de transmitir lo mejor de nosotros mismos a los demás.
Ese día iba a
llegar. Todos lo sabíamos. Pero no sabíamos cuándo.
Si en un colegio
un equipo directivo termina y no hay un proyecto nuevo que continúe el trabajo
que se está haciendo, el inspector o inspectora asignada al centro visita las
instalaciones para tantear e intentar mediar para que de esa visita surja un
nuevo equipo directivo para al menos un año.
Hubo reuniones,
conversaciones y conclusiones de todo tipo. Solo la persona que las vivió todas
sabrá qué resultado sacar de toda esa mañana de tertulia que se realizó en un
aula de pedagogía terapéutica.
Después de un
rato de conversación su pregunta fue clara:
- ¿Estas
dispuesta a tirar del carro?
- Estoy
dispuesta a lo que haga falta.
Ya había cogido
el carro.
…
Trabajo y más
trabajo. Horas y más horas. Julio para mí era un mes de vacaciones y en estos
momentos se está convirtiendo en un mes de cambios, aprendizajes, ideas,
problemas y consensos.
Porque ya hemos
cogido el carro. Ya somos un equipo con ganas de trabajar y de transmitir que
todo se puede conseguir con ganas y buena voluntad.
Porque si para
algo sirve un equipo directivo en un colegio es para conseguir trabajar
conjuntamente toda la comunidad escolar por algo que, para todos los que la
formamos, es lo más importante: Los niños y niñas que se levantan cada día con
la ilusión de aprender, de descubrir y de pasar su valioso tiempo con cada uno
de sus maestros, maestras compañeros y compañeras.
Y ese es el único
fin de todo esto.
…
Último día de
junio. Último claustro. Me despierto algo
rara. Había dormido fatal. La tarde anterior, nos pasamos unas cuantas horas
preparando todas las coordinaciones, y puestos que podíamos ir presuponiendo
que íbamos a necesitar en septiembre para ponernos a trabajar en verano e ir
adelantando trabajo. Las cosas no cuadran a la primera y una suposición propia
no tiene porqué ser una suposición acertada. Pero pensando en lo mejor para todos,
las cosas surgen.
Mientras me
arreglo, surge una conversación algo extraña.
- ¿Qué
día falleció tu padre?- No sabía a qué venía esa pregunta de Jorge -.
- El 12 de junio de hace cinco años ¿por?
- Acabo
de ver que tu hermana ha compartido el video que le hicieron los compañeros de
trabajo a tu padre en homenaje hace cinco años.
- Sí,
no tengo ni idea por qué lo ha compartido hoy pero lo acabo de ver tumbada en
la cama. Les quedó muy emotivo.
-
Los claustros
tienen diferentes puntos del día, el primero, la lectura del acta anterior, se
suele aprobar por unanimidad.
Había que hablar
de la PGA, de los diferentes planes del centro y de la memoria y autoevaluación
de nuestra práctica docente.
Empezamos el
momento emotivo.
La actual
directora sacaba un papel de entre las hojas de su libreta y leía.
No soy de
emocionarme pero cuando escucho a alguien hablar con el corazón lo noto y me
llega.
Se crea un
ambiente de comprensión, agradecimiento y respeto que con pocas cosas más que
con palabras sinceras se puede llegar a conseguir.
De repente los
pelillos de los brazos se me empezaron a erizar. Empecé a temblar.
“Bon vent i barca
nova”
No podía ser. Esas
palabras. Ese mensaje.
Estaba escuchando
a mi padre.
Estaba escuchando
el final de cada uno de sus discursos.
Estaba escuchando
la despedida del vídeo de sus compañeros que esta mañana me había impregnado de
su fuerza.
Las casualidades
existen pero la suma de muchas de ellas hace que sucedan momentos tan mágicos
como los que viví segundos antes de empezar mi nueva etapa como directora del
colegio en el que he vivido los dos últimos años de mi vida.
Porque creo que
he aprendido a escuchar a mi interior. Creo que las coincidencias buenas y
malas siempre suceden por algo y de verdad creo que mis dos pilares, mis dos
pes, mis dos perlas. Pedro y papá. Pedro y Paco. Don Paco. Siempre estarán ahí.
Gracias por darme
fuerzas. Espero haber tomado la decisión correcta.
Os quiero.
Y sí, señora
directora (como se cachondean mis amigos y amigas) pero siempre Rosa Martí.
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