viernes, 24 de mayo de 2013

27

Hoy cumplo 27.

Mientras Los planetas estarán tocando su cumpleaños total de hace 15 años yo lo celebraré.

Mientras entonaban su segundo premio yo empezaba el instituto y sobrevivía como podía al estrés de llevar conjuntamente la formación escolar y musical.

Los años de instituto no son fáciles. Los del colegio tampoco. Ahora lo vivo muy de cerca pero de manera externa. Ser maestra te devuelve a tus días de colegio, a los conflictos eternos entre compañeros de clase y a la preocupación desmesurada por conseguir unas notas que, a día de hoy, te das cuenta que no eran tan importantes.

El tiempo todo lo relativiza. Le quita peso.

Hubo momentos duros. Mientras iba al colegio mi padre era maestro en el colegio. Cuando pasé al instituto mi padre pasó a ser director del instituto y quieras que no, ser la hija del maestro, del profesor y del director de tu centro marca. Y mucho.

A mi padre le llamaban el sapo. Lo odiaba, lo reconozco. Desde pequeña lo admiraba y no entendía como a una persona tan buena como mi padre le podían tener manía y decirle cosas así.

Yo era la sapita. Durante muchos años tenía vergüenza de encontrarme con los mayores, de que me dijeran cosas, que me repitieran una y otra vez que era una enchufada y que se metieran conmigo.

Pese a todo, tengo muchos recuerdos buenos de la época escolar y guardo algunas amistades que, aunque no sean intensas, sé que siempre estarán ahí.

Me encantaba leer, devoraba libros. Aún guardo una libreta en la que apuntaba todos los títulos de los libros que iba leyendo por años y les ponía nota.

Muchos de esos libros siguen en las bibliotecas de los centros. Me ha venido genial. He creado un concurso literario en clase en el que, desde que lo llevamos a cabo los niños leen una media de dos libros por semana con la dificultad de saber que, la maestra se los ha leído todos y., o se los leen bien y se fijan en los detalles o enseguida les pillo y tienen que volver a releer.

Llevo gafas por leer. No me dejaban hacerlo hasta muy tarde así que, cogía una linterna y me ponía a leer debajo de las sábanas. Nunca lo hagáis. En medio año gafas.

Le dedicaba muchas horas a la música, y cree un mundo paralelo al escolar. El musical. En el que la gente se parecía mucho más a mi, mi padre no estaba presente en el centro (aunque al pobre le tocaba esperarse horas y horas a que terminara las clases) y me absorbía todas las horas que tenía de descanso y no estaba leyendo.

Con 27 años ya se tiene perspectiva de la infancia. Muchos líderes han pasado a ser insignificantes, gente que no destacaba ha sabido llevar las riendas de su vida y ahora triunfa y muchas de las cosas que pensé en su día que no podría vivir sin ellas o que me iban a arruinar o a cambiar la vida fueron simple anécdotas del pasado que me han hecho convertirme en alguien más fuerte, más realista, más madura y más empática.

Ahora con 27 veo todos los estereotipos en todas las clases de niños de todos los colegios que he estado.

Ahora con 27 espero que años después, con 54, pueda ver las tonterías que me pasan ahora relativizadas, insignificantes y constructivas.

Qué sabia es la experiencia.







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