Hola Pedro,
Hola mundo.
Hace 8 años que
desapareciste de mi vida y yo sigo contándote todo lo que me pasa por la cabeza
cada 15 de mayo.
No preparo nada.
Simplemente me siento y escribo. No creo que alguien a quién he querido tanto
precise de preparativos para poder tener una buena conversación.
El año pasado te
escribí inmersa en una montaña rusa hormonal
con un bebé de 6 días en brazos, con grietas en los pezones y
sobreviviendo a una temporada de postparto que me tuvo desubicada durante una
buena temporada.
Ya nada es igual.
Una nueva persona
ha entrado en mi vida para cambiarla radicalmente.
Aún recuerdo las
cenas con Jorge y Maider y los ratos en los que a ella le tocaba irse a la
habitación a dormir a la niña.
Ahora soy yo la
que hago las rutinas de sueño y aprovecho los momentos de soledad en casa para
descansar.
Hubieras sido
también buen padre pero la suma de obligaciones y los cambios de rutinas te
habrían costado.
O no.
8 años sin verte
dan para muchos cambios.
¿Cómo sería? ¿Dónde
viviríamos?
Tampoco importa.
Estás. De
diferente manera, pero estás.
No le podemos dar
muchas vueltas a aquello que no fue pero sí podemos recordar con cariño y con
una sonrisa todo lo que vivimos juntos.
Las horas que nos
pasamos conociéndonos vía correos electrónicos y llamadas telefónicas, todos
los aviones que cogimos, todos los
hoteles en los que nos hospedamos, los kilómetros y kilómetros que hicimos para
vernos pero sobretodo la sensación de paz y de tranquilidad que nos
proporcionaba estar juntos.
Porque siempre me
decías que estabas feliz, que habías encontrado una estabilidad que llevabas
muchos años buscando, que tenías ganas de pensar nuevos retos, nuevos planes.
Que volverías a
tocar, que daríais un nuevo golpe musical, que íbamos a montar un colegio con
un sistema educativo diferente y que el dinero estaba para disfrutarlo a base
de experiencias y momentos.
Y te esfumaste.
Porque los
accidentes de tráfico tienen esas cosas.
No es como una
enfermedad en la que vas haciéndote a la idea tú y los que te rodean, no es
como una ruptura en la que sabes que aunque cojáis caminos diferentes puede que
algún día de nuevo un cruce os vuelva a juntar, no.
Desapareces.
Desaparecen tus
pensamientos, tu cuerpo, tus tonterías,
tu manera de ver el mundo, tus disertaciones, tus secretos, tus ilusiones, tu
vida.
Y pasas a ser
parte de mi recuerdo. De mi subconsciente, de mi carácter, de mi persona.
Pero se acabó. No
habrá más. No habrá más canciones, no habrá más conversaciones, no habrá más
caricias, no habrá más Pedro.
Por eso quiero
guardarte, por eso quiero recordarte, por eso quiero que sigas estando conmigo
pese a que todo avanza y cambia y me cambia y me resetea.
Porque pocas
personas me enseñaron tanto como tú.
Porque si juntáramos
a todos los que nos acordamos de ti cada 15 de mayo haríamos temblar las leyes
de la física.
Porque dejaste
huella en miles de personas.
Porque lo siguen
haciendo tus canciones en personas que ya nunca podrán oírte.
Porque tengo una
vida plena, con un compañero de vida al que quiero con locura, una hija que me
ha hecho ver la grandiosidad de la vida y un trabajo que me apasiona.
Porque quiero que
Abril sepa nuestra historia, porque quiero que el mundo sepa que todo se puede
superar.
Se puede seguir queriendo y amar a la vez,
porque todo lo que hemos vivido no me lo quitará nadie, porque Pedro San Martín
siempre será la persona que hizo que Rosa Martí descubriera el mundo con ojos
de adulta y porque cuando leas esto, junto a tu padre, y pienses que fuiste un
idiota por subir en ese coche aquella noche, sí, es cierto, lo fuiste. Fue la
última y la peor decisión de tu vida.
Pero fue.
Y no se podrá
cambiar jamás.
Espero que seas
feliz, que en tu nueva dimensión hayas seguido disfrutando igual que lo hacías
conmigo, que haya buena música, que te dejen preparar tus platitos y tus
cócteles y que sigas visitando los recuerdos de todos los que te han querido
tanto como yo.
No me olvides
Pedro.
Yo no lo haré
jamás.
Dulces besos,
Rosa.
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