¡Hola papá!
¿Puedes creerte
que unos días antes del aniversario de tu despedida me acordé de la fecha,
intenté organizarme mentalmente y, cuando llegamos a día 12 y fui a acostarme vi
que tus otras hijas habían compartido algunas fotos por Instagram y que yo no
había pensado en ti?
Fatal.
Fueron unas
semanas de carga mental muy intensa y no estaba ni para escribir, ni para
recordar, ni para sentir. De hecho, final de curso siempre es una locura y con
una tutoría y un despacho de dirección solo me quedaba hueco mental para
recordar por las tardes que tenía una niña y tenía que desconectar y disfrutar
con ella.
Y ni eso hacía.
Menos mal que me
rodeo de buenos equipos en mi vida.
Un super equipo
de trabajo en el que todos los puntos de vista cuentan, todas las experiencias,
todas las tareas nos preocupan y todas
las decisiones se toman desde el consenso de tres personas que coincidieron en
un colegio y en un momento determinado y nos hemos convertido en imprescindibles.
Porque las diferencias entre nosotros son las que nos hacen funcionar. Porque
responsabilidades así, necesitan de varias cabezas pensando juntas, de varios
cuerpos trabajando por un fin común y de varios sentimientos aflorando bajo las
mismas situaciones.
Estos tres años
me han hecho darme cuenta de lo difícil que es transmitir ideas, sentimientos y
ganas. Lo fácil que es equivocarse y lo rápido que nuestro cuerpo asimila la
auto culpa o las inseguridades de pensar si se están tomando las decisiones
correctas.
Pero compensa.
Compensan los momentos de reflexión, el obligarte a estar al día, el levantarte
sin saber todo lo bueno y lo no tan bueno que vas a vivir, el conocer nuevas
maneras de ver la educación, nuevas personas, nuevos puntos de vista, el
aprender de las relaciones personales, el incentivar la creación de actividades
y organizaciones diferentes y el tener un equipo de trabajo como el que hemos
formado.
Y la gestión.
Y las personas.
Me cuesta
exteriorizar sentimientos y ver la parte
negativa de las ideas y los proyectos. Creo que debo mejorar la parte afectivo
social y pensar más en todo lo que comportan las decisiones, pero no hay
aprendizaje sin la creación de situaciones para llevarlas a cabo y en eso
consiste mi día a día.
Ya sabes que
siempre me han gustado los papeles, las letras, las leyes y estar al tanto de
todos los proyectos, concursos e innovaciones que van surgiendo.
Y compaginarlo
con la puesta en práctica en el aula me parece en binomio perfecto.
También me he
dado cuenta que se puede proponer, que se puede soñar, que se puede invertir
tiempo en pensar, en organizar, en programar, pero al final, lo único que hace
falta para que las cosas funcionen es dejar el egocentrismo a un lado, apartar
el egoísmo al que nos lleva la sociedad en la que vivimos olvidado y pensar en
el bien común.
No todos estamos
en el mismo momento de la vida, ni damos el mismo tiempo personal por el
trabajo. Y eso es así. Tiempo personal. Porque con la carga laboral que tenemos
durante el curso, es imposible parar y pensar. Y es ahora, en verano, ese
tiempo que parece vacaciones pero ya se está programando, pensando, intentando
mejorar cosas, aprendiendo de los errores, cuando parece que todo se asiente,
se frene y se interiorice.
Muchas personas están
aportando parte de sus horas, de sus pensamientos, de sus ideas y de su salud a
mejorar las cosas, a intentar cambios para avanzar, a sentirse parte de una
comunidad que convive, que aprende y que siente junta.
Aparentemente sin
nada a cambio.
Pero hay mucho a
cambio. Simplemente no pongamos obstáculos. Démonos el permiso de equivocarnos,
de aprender de nuestros errores, de alegrarnos por nuestros logros o los de los
demás. O por los de todos. Porque nada se consigue sin apoyo. Y eso se olvida
fácil.
Gracias a todos
los que no se conforman, los que no dicen sino que también hacen, los que no
viven en la negatividad, los que creen que el pasado simplemente es el bagaje para
crear un presente que nos lleve a un mejor futuro, los que tienen paciencia,
los que perdonan, y los que nos aceptan a cada uno de nosotras y nosotros tal y
como somos.
Nunca pude hablar
de todo esto contigo, papá. Supongo que estaba en otro momento de mi vida. Pero
escribirte y de recordarte con tu serenidad, tu inteligencia, tu saber estar y
tu bondad me hacen sentirme afortunada de haber compartido contigo
aprendizajes, discusiones, decisiones y valores que me han hecho ser quien soy
hoy.
Sé que tenías un
buen equipo contigo.
A nivel
profesional, personas que te acompañaron en la docencia y en el equipo
directivo del instituto, personas que fueron tus amigos, que soñasteis juntos.
A nivel personal
una mujer que vivió contigo los momentos duros, que te acompañó y te creó otros,
que disteis vida a 4 hijas y que ahora muchas veces me planteo cómo pudisteis
con todo.
Porque este
trabajo, este cargo, es imposible sin un equipo familiar fuerte.
Y lo tuviste, y
lo tengo.
Gracias Jorge por
ser el peso fuerte de casa. El que compra, el que hace la comida, el que piensa
en el día a día y al que nada de lo que tenga que ver con el hogar o la crianza
se le hace cuesta arriba.
Gracias por
aguantar mis alegrías ante las cosas que van saliendo bien, ante los logros que
nos contamos en las sobremesas diarias, ante mis divagaciones educativas y las
quejas de un sistema en el que creo que el que más grita no debe ser al que más
se escuche y por desgracia aún funcionamos muchas veces así.
Gracias también
ante mis lágrimas de impotencia, de incomprensión, de pese a hacer las cosas
para bien ver que no salen como te habías planteado, gracias por aguantar mis
momentos de saturación mental, por escuchar mis ideas de innovación pedagógica,
por relativizar mis problemas y por hacerme sentir escuchada y querida.
Porque nos hemos
ido mimetizando hasta el punto que no nos hace falta hablar. Hasta el punto de
saber cuándo necesitamos contar y cuando es mejor mantenerse en silencio.
Gracias por
aguantar sin quejarte mis retrasos al salir del trabajo, a dejarme a solas en
casa cuando me viste saturada, a congeniar con Abril tanto o más que yo, a ser
un buen padre y un buen acompañante de vida.
Porque en esta
vida solo se puede pedir eso.
Levantarte cada
día pensando que eres feliz pese a tu pasado, pese a tus problemas, pese a los
problemas que te has creado e igual no pasan, pese a tus miedos, pese a
equivocarte.
Ser feliz.
Gracias, super equipo,
gracias Jorge, gracias claustro, gracias padres, gracias clase de quinto, gracias directivas, gracias inspección, gracias consejería, gracias
mundo, gracias papá, gracias familia, gracias recuerdos.
Porque con
vosotros y pese a vosotros soy feliz. En mi vida, en mi trabajo y en mi
persona.
Gracias por
hacerme crecer.
Gracias por
permitirme vivir.
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