- Hola.
- ¡Hola! ¡Cuánto tiempo! Pensaba que te habías cansado de mi.
- ¡Que va! Ojalá todo fuera como hace unos meses, me ayudaste mucho.
- Me gustaba hablar contigo. ¿Por qué desapareciste de repente?
- No te vas a creer lo que te voy a contar pero creo que después de todo lo que te has preocupado por mi, tus consejos, tus conversaciones y tu interés te mereces una explicación.
- Si has conocido a alguien lo entiendo.
- No, no, no tiene nada que ver con eso.
- ¿Entonces?
- Soy padre.
- ¿¿Qué??
- Lo que oyes. Me enteré hace tres días que tengo una hija de dos años.
- Pero... ¡eso es imposible!
- Eso pensaba yo. Pero la niña es clavadita a mi.
- Pero... ¿cómo?... ¡cuéntame desde el principio!
Cuando empezó a contarme la historia
me parecía todo tan surrealista que pensaba que me estaba gastando
una broma.
No me conoces en persona, pero te he
hablado mucho de mi. Sabes que me gustan las mujeres, que no tengo
mucho tiempo para disfrutar de ellas y que me cuesta poco ligar.
Hace dos años empecé a trabajar para
una de las empresas financieras más importantes de Barcelona. Tenía
22 años y creía (y ya sabes que sigo creyéndolo) que iba a comerme
el mundo.
Ya te dije que pasaba de prostitutas,
muchos de mis compañeros tienen hasta días fijos para desahogarse y
pegar polvos pero yo, con mi edad y mi carácter, prefiero seducir a
mi presa para que me proporcione una noche de placer.
Salí con unos amigos de la pandilla de
siempre, me apetecía aparentar una vida normal de vaqueros, camiseta
y zapatillas de un chico de mi edad.
Ligué con una chica menuda, rubita, y
delgada que me follé en los baños de la discoteca.
No nos dimos los teléfonos,
simplemente nos dijimos los nombres y un poco de nosotros y a la
mañana siguiente ya ni me acordaba de ella.
Llámame superficial. Pero así fue.
Nunca más supe nada de ella hasta hace
tres días.
Llamaron a la puerta de casa de mis
padres. Miré por el ojo de pez. Era una chica con una niña pequeña
en brazos. Abrí pensando que sería alguna vecina pesada pidiendo
sal.
Me saludó con mi nombre.
- ¿No te acuerdas de mi?
Le dije que no.
- Tengo algo muy importante que contarte. Esta es tu hija Sara.
De piedra, blanco, y atónito me quedé
al oír sus palabras. Pensé que era una broma de mal gusto pero la
vi tan segura, seria y decidida a entrar que sin saber qué responder
le dije que pasara.
Mis padres estaban en el salón
leyendo.
La chica se sentó y empezó a hablar y
contar su historia. La niña, nos miraba como si no fuera con ella.
Conocí a vuestro hijo una noche hace
dos años. Estuvimos saliendo una temporada (me alegré que al menos
la chica no les contara a mis padres que me la follé en los baños
sucios de una discoteca)
y de repente desapareció.
No era nada serio así que tampoco lo
pasé muy mal por dejar de quedar con él, pero a los meses empecé a
sentirme mal, a tener vómitos, mareos y dejar de bajarme la
menstruación.
Mi madre se asustó y me hizo hacerme
un test de maternidad.
POSITIVO.
Me volví loca, mis padres me
castigaron sin salir durante todo el embarazo y me obligaron a
tenerlo. Son creyentes y no aceptaban el aborto como una opción.
Y aquí está el resultado. Sara. Dos
años recién cumplidos. Una niña muy lista que tiene ganas de
conocer a su papá.
Estaba totalmente desconcertado. Mis
padres no generaron palabra alguna. Todo esto nos superaba. Yo
acababa de llegar de Nueva York, había estado allí casi dos años
terminando un máster en la universidad de Columbia y lo que menos me
esperaba era ser papá.
- No te lo he dicho antes porque no te podía localizar, solo sabía tu nombre y un poco por encima tu trabajo. Sin facebook, sin redes sociales... ¡no sabía como contactar contigo! Finalmente gracias a las páginas amarillas recordando un día por casualidad el barrio dónde me dijiste que vivías dí con el apellido de tu padre y preguntando pude encontrarte.
- Quiero una prueba de paternidad.
- Claro, sabía que me lo pedirías, pero no vendría aquí así, sin estar segura de que eres su padre.
La semana que viene tengo las
analíticas pero la niña era igual que yo.
- Bufff que fuerte, ¿y que dijeron tus padres?
- No sabían que decir, ahora que han pasado unos días están encantados. Los dos prejubilados ya tienen distracción.
- Pero ¡es una locura! ¿No te pusiste condón?
- Pues... no me acuerdo, normalmente lo uso pero yo que sé, no sería la primera vez que la marcha atrás me sirve como anticonceptivo.
- Estás loco...
- No me machaques más. Me acabo de enterar que tengo descendencia. Una niña de dos años que me mira como si nada y que a partir de ahora va a ser mi hija y no tengo ni idea de como reaccionar. No me gustan los niños.
- Esperemos a las analíticas. No quiero perder el contacto contigo. Esto lo cambia todo pero aún así me importas y quiero que me vayas contando como van sucediendo las cosas.
- Muchas gracias, aun estoy en estado de shock. La semana que viene sabré los resultados. Ya te contaré.
- Vale, tu tranquilizate, hasta que no lo sepas seguro no hay nada cierto. Entro a clase.
- Muchas gracias por escucharme.
- A ti por contármelo.
…...
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