Mientras Los planetas estarán tocando
su cumpleaños total de hace 15 años yo lo celebraré.
Mientras entonaban su segundo premio yo
empezaba el instituto y sobrevivía como podía al estrés de llevar
conjuntamente la formación escolar y musical.
Los años de instituto no son fáciles.
Los del colegio tampoco. Ahora lo vivo muy de cerca pero de manera
externa. Ser maestra te devuelve a tus días de colegio, a los
conflictos eternos entre compañeros de clase y a la preocupación
desmesurada por conseguir unas notas que, a día de hoy, te das
cuenta que no eran tan importantes.
El tiempo todo lo relativiza. Le quita
peso.
Hubo momentos duros. Mientras iba al
colegio mi padre era maestro en el colegio. Cuando pasé al instituto
mi padre pasó a ser director del instituto y quieras que no, ser la
hija del maestro, del profesor y del director de tu centro marca. Y
mucho.
A mi padre le llamaban el sapo. Lo
odiaba, lo reconozco. Desde pequeña lo admiraba y no entendía como
a una persona tan buena como mi padre le podían tener manía y
decirle cosas así.
Yo era la sapita. Durante muchos años
tenía vergüenza de encontrarme con los mayores, de que me dijeran
cosas, que me repitieran una y otra vez que era una enchufada y que
se metieran conmigo.
Pese a todo, tengo muchos recuerdos
buenos de la época escolar y guardo algunas amistades que, aunque no
sean intensas, sé que siempre estarán ahí.
Me encantaba leer, devoraba libros. Aún
guardo una libreta en la que apuntaba todos los títulos de los
libros que iba leyendo por años y les ponía nota.
Muchos de esos libros siguen en las
bibliotecas de los centros. Me ha venido genial. He creado un
concurso literario en clase en el que, desde que lo llevamos a cabo
los niños leen una media de dos libros por semana con la dificultad
de saber que, la maestra se los ha leído todos y., o se los leen
bien y se fijan en los detalles o enseguida les pillo y tienen que
volver a releer.
Llevo gafas por leer. No me dejaban
hacerlo hasta muy tarde así que, cogía una linterna y me ponía a
leer debajo de las sábanas. Nunca lo hagáis. En medio año gafas.
Le dedicaba muchas horas a la música,
y cree un mundo paralelo al escolar. El musical. En el que la gente
se parecía mucho más a mi, mi padre no estaba presente en el centro
(aunque al pobre le tocaba esperarse horas y horas a que terminara
las clases) y me absorbía todas las horas que tenía de descanso y
no estaba leyendo.
Con 27 años ya se tiene perspectiva de
la infancia. Muchos líderes han pasado a ser insignificantes, gente
que no destacaba ha sabido llevar las riendas de su vida y ahora
triunfa y muchas de las cosas que pensé en su día que no podría
vivir sin ellas o que me iban a arruinar o a cambiar la vida fueron
simple anécdotas del pasado que me han hecho convertirme en alguien
más fuerte, más realista, más madura y más empática.
Ahora con 27 veo todos los estereotipos
en todas las clases de niños de todos los colegios que he estado.
Ahora con 27 espero que años después,
con 54, pueda ver las tonterías que me pasan ahora relativizadas,
insignificantes y constructivas.
Qué sabia es la experiencia.
Per molts anys!
ResponderEliminar