Hola papà,
Tu aniversario de
despedida me pilla especialmente saturada de trabajo.
Todos los años te
cuento lo mismo pero este año cobra especial intensidad al estar viviendo una
pandemia mundial.
Hace meses que
paralizamos el mundo por un virus que sigue entre nosotros.
Siguen muriendo
personas pero gracias a las medidas de contingencia que se han aplicado a nivel
mundial, la sanidad empieza a poder
hacer frente a la hospitalización total de las personas afectadas.
En marzo cerramos
el país.
A nivel
educativo, que es el que siempre compartiremos en trabajo y en alma, se
cerraron todos los centros de hoy para
mañana y nos obligamos toda la comunidad educativa a crear una burbuja virtual
donde las realidades de todos y cada uno de los hogares eran diferentes.
Teletrabajo,
hijos e hijas en casa, familiares infectados, trabajos de riesgo, brecha
digital, sobresaturación de trabajo online, ruedas de prensa diarias…
A nivel de
gestión puedes imaginarte que ha sido y está siendo un caos.
Leyes que
aparecen y se modifican, instrucciones que se publican y tienen que entrar en
vigor en un par de días, normativas que se interpretan diferente según el
tiempo y el lugar… caos total.
Pero pese a todo
lo negativo quiero que sepas que soy feliz.
Que todas estamos
bien, que tus hijas siguen sus estudios. Que Iris el año que viene hará su último
curso de bachillerato, que Violeta ha terminado su último examen de medicina y
ya solo le queda las prácticas finales, el TFG y el temible MIR. Que Marga ha
cuidado de Abril durante todo el curso hasta que nos confinamos, ha hecho un
master en enseñanza de lenguas e interculturalidad y está en proceso de obtener
titulación de inglés.
Nadie la hubiera
cuidado mejor que ella. Ya sabes la mano que siempre ha tenido para los niños y
niñas y para ayudar a los demás.
Que las hermanas
Martí tenemos tu esencia. Y eso se nota.
Y que me encanta
mi trabajo.
Que una parte muy
importante de mi vida se la dedico a él, que a nivel de gestión de centro
educativo hemos formado un equipo, trabajamos en el dialogo, en la
transparencia y en aprovechar las particularidades y diferencias de cada
miembro del claustro.
Al final llevar 4
años conviviendo con una dirección, aunque muchas cosas sorprendan o sean
difíciles de entender, te dan un bagaje, sobretodo mental, para poder sobrellevar todos los “dramones” como
dice lucia Be, que van apareciendo.
Porque me
encantaría conversar contigo sobre la función de un equipo directivo, porque sé
que coincidiríamos en muchas cosas pero en otras, o me abrirías las ojos y me dirías
que el funcionamiento de la administración es complejo o que soy demasiado
motivada de la vida.
Y es que esto es
algo que aún me cuesta asimilar y al
mismo tiempo no quiero asimilarlo nunca.
La dirección sola
no debería ni existir. Ninguna decisión debería ser tomada por una persona
sola. Ni la PGA que hoy en día la aprueba la dirección.
Partimos del
equipo directivo.
3 personas.
Fundamental.
Personas abiertas,
comunicación, división de tareas, responsabilidad compartida, implicación,
pasión por la educación y caracteres diferentes y complementarios que hagan que
frente a las adversidades y los problemas que por desgracia muchas veces
eclipsan a todas las cosas buenas y constructivas, se empiecen a perfilar las
respuestas que todo un claustro debe construir y aplicar.
El equipo
directivo es un mero gestor de documentos, un apagafuegos y un peldaño de
filtrado más entre el maestro y la maestra y el ente al que todos llamamos “administración”.
En el aula ya hay
suficiente trabajo como para estar pendientes de todo lo que viene de arriba.
Durante este
confinamiento he pasado por todas las fases y estados de ánimo laboral y personalmente
hablando.
Soy maestra y me considero maestra. Y tutora. Y me gustaría estar igual de presente que cuando no tenía cargo.
Pero eso tengo claro que, aunque lo intento día a día y le pongo empeño. Es imposible.
Estar al frente
de una dirección o pertenecer a un equipo directivo no te da la varita mágica
para cambiar nada ni para imponer nada.
Y nunca la imposición
debería ser una opción válida.
Para eso está la
gente que se dedica a legislar, en mayor o menor fortuna, y nosotros, en los
centros, a gestionar.
Trabajo
cooperativo.
Esas palabras que
tanto nos llenan la boca e intentamos inculcar a nuestro alumnado.
Nos cuesta.
A todos y todas.
Pero estamos en
esta vida para aprender. Somos enseñantes y todos los días aprendemos algo. Cada
vivencia nos da un aprendizaje nuevo o una experiencia. Esto nos hace, o nos debería hacer,
replantearnos aquello aprehendido durante toda nuestra existencia.
Maestros y
maestras.
El pilar fundamental
del cambio.
En la escuela
pública donde cualquier funcionario puede optar a un cargo directivo durante un período determinado de tiempo, el
maestro y la maestra es el pilar fundamental por el que pasa todo.
El claustro.
Dinámico,
abierto, plural, singular, cambiante…
Cada uno de los
integrantes aportamos cosas diferentes. Incluso cada uno de los integrantes según
el momento en el que se encuentra, aporta cosas diferentes.
Dentro de cada
uno de nosotros está el cambio.
¿Qué necesitan
nuestros niños? ¿Qué mejoraríamos? ¿Qué cosas son intocables?
Nadie va a
hacerlo por nosotros. Nosotros somos ese cambio.
TODOS Y TODAS.
Nos falta tiempo
para pensar y plasmar en palabras lo que sentimos.
Tanto en nuestras
vidas como en nuestros trabajos.
Muchas veces, una
simple conversación, puede cambiar por completo el curso de los
acontecimientos.
Un simple gesto,
una simple palabra.
El alumnado
necesita que nos paremos a pensar en ellos.
Las familias necesitan que les
dejemos entrar en nuestros pensamientos.
La comunidad educativa necesita
aportarnos el feedback constructivo de la etapa de educación reglada de sus
hijos e hijas.
Gracias papá por
hacerme plasmar, una vez al año y en pleno estrés de la recta final de curso,
todo aquello que entra y sale de mi cabeza a nivel educativo.
Porque nunca más
podremos mantener conversaciones escolares y, te fuiste demasiado pronto como
para que yo me diera cuenta del valor de la palabra y la escucha.
Gracias por
obligarme a, pese que tengo mil cosas que hacer, trabajo acumulado, llamadas
pendientes, correos por leer, contestar
y enviar y sobretodo un marido y una hija con los que disfruto y comparto la
vida día a día, obligarme a parar.
Parar y escribir.
Sin releer.
Sin guión.
Sin principio ni
final claro.
Solo seguir
teniendo un año más todas las conversaciones conmigo misma que no pude tener
contigo.
Te quiero mucho
papá.
Tu energía sigue
dentro de mí.
Un abrazo eterno.
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