Como una rosa de los vientos, así me definía el.
Todas las mañanas esperaba a ver mi rostro para saber si luciría el sol, si habría chubascos o saber si los truenos se apoderarían del cielo.
Después se ponía su traje chaqueta azul y se iba a informar al mundo de la meteorología del día.
Aquel día frunció el ceño.
- Buenos días. La cosa hoy está alterada. Se prevén chubascos en la zona norte y nubes y claros en el resto del territorio.
Todas las mañanas el mismo procedimiento. Ese era mi trabajo, ese era su maldito trabajo…
Estaba harta de madrugar todas las mañanas para avisar al mundo de algo que no era imprescindible para vivir.
Así que decidí dejarle. Ya se las apañará solito…
Desde entonces el chico de la chaqueta azul nunca acierta con el tiempo. Ha entrado en depresión. Su traje se ha descolorido y su mirada se ha vuelto vacía.
En cambio yo soy más feliz que nunca. He descubierto que es mucho mejor ser una rosa de los vientos, levantarse a las 12 del mediodía y jugar con los tios que quieren intentar descubrir que tiempo hará al día siguiente.
Porque me gusta jugar.
Me gusta ser mala y nunca lo he sido.
Así que decidí pasar del mediodía y vivir de la noche. A nadie le interesaba saber el tiempo que haría la noche siguiente. La gente quería divertirse, quería meterse rayas y follar hasta la saciedad.
Y eso hice. La oscuridad se hizo mi compañera de batallas y la meteorología dejó de preocuparme lo más mínimo.
Una mañana, cuando volvía a casa después de haber estado con un alemán del que no recordaba ni de qué color tenía el pelo, vi que se acercaba el chico de la chaqueta azul que tantas veces me había visto despertar. Ya no era el mismo azul.
Ese no era mi chico de la chaqueta azul. Era una imitación barata. Estaba segura. De todas maneras le miré y le fruncí el ceño. Seguí, reventada por los 10cm de tacón, hacía mi apartamento.
- Buenos días. La cosa hoy está alterada. Se prevén chubascos en la zona norte y nubes y claros en el resto del territorio.
Aquella mañana el chico de la chaqueta azul volvió a prever el tiempo con exactitud.
A partir de ese momento el día hizo un pacto por la noche y los hombres del tiempo pueden acertar con exactitud la meteorología del día siguiente si se pasean de madrugada en busca de la rosa de los vientos.
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