jueves, 19 de abril de 2012

Escribir


Cuando empiezo a escribir nunca sé lo que quiero poner. Se me van ocurriendo palabras, ideas o simplemente sensaciones que recorren mi cuerpo.

Me gusta tener un folio en blanco delante,tan impoluto y perfecto que da lástima mancharlo.

Lo doblo por la mitad. Es una manía, pero las ideas me fluyen más rápidas en tamaño cuartilla.

No me gustan los blocs. El gusanillo no está pensado para los zurdos que nos lo clavamos cada vez que empezamos la línea.

Prefiero los que tienen puntos perforados para cortar las hojas. Yo creo que, en otra vida, fui vendedora de cupones y lotería. Me reconforta oír el rasgueado de la hoja al liberarse de su taco.

Prefiero el gramaje alto (creo que los bolis también), la tinta se desliza y se adhiere con precisión. Mi mano, que pasa por encima de cada palabra unas cuantas veces (cosas de zurdos), no se mancha de tinta aunque esté toda la tarde escribiendo.

Además, las hojas de 90 gramos tragan como si no hubieran comido en una semana. No se notan ni las pequeñas sobras que suelen dejar las delgaduchas en la página siguiente, cuando están saturadas de tinta.

Ahora están los ordenadores, mucho más prácticos que el papel. Escribes, borras, reescribes, cortas, pegas... pero no sientes.

No sientes el deslizar de la tinta, no sientes el gusanillo clavándose en la mano,no cambia tu letra contigo.

En un documento word siempre estás neutro. Eres un times new roman, Verdana o comic sans ms. Dejas de ser tu.

Dejas de tachar, dejas de borrar, te pican los ojos y dejas de escribir.

Parece una tontería, pero mis mejores ideas surgieron de un papel de 90g perforado y doblado por la mitad, deslizándose sobre el un boli de tinta líquida de 0,7 y desbancaron a un portátil de 17 pulgadas con el openoffice.org 3


Usemos el lápiz, el boli y el papel.


Vale la pena.



No hay comentarios:

Publicar un comentario