Ayer me llamaron por teléfono.
No tengo identificador de llamadas en
el fijo así que normalmente lo cojo.
Se oyó la voz de una mujer mayor.
- ¿Vicentica?
- Aquí no vive ninguna Vicentica, se ha equivocado señora.
- ¿Cómo? ¡Ah! Perdona...
Al momento vuelve a sonar.
- ¿Vicentica?
- Se ha vuelto a equivocar.
- ¡Pero si estoy llamando a mi hija! Su número es este.
- No sé señora, pero este número es el mio y no soy su hija.
- ¿Y tu quién eres?
- Yo Rosa.
- ¿Rosa que más, de quién eres? ¿Vives en la playa de Moncofa?
- Vivo en el pueblo pero desde hace poco.
- ¡Ah! eres forastera... no tienes nombre de rumana...
- Soy de Almenara, mi padre era de aquí.
- Ahhh ¿quién era tu padre?
- Señora tengo un poco de prisa...
- ¡Ah! ya sé lo que ha pasado. He llamado al número antiguo de mi hija que ahora se ha divorciado y se ha ido a vivir con un “amigo” ya sabes... tu me entiendes... como lo decís ahora la juventud. Y le han cambiado el número.
- Pues debe ser eso.
- Te han dado el número de mi Vicentica. Ais hija, ¿te das cuenta? No tardan nada en dar los números estos de telefónica...
- Ahora se llama Movistar...
- A mi me preocupa. ¿Cuando yo muera a quién le darán mi número? Seguro que a algún forastero... Con las veces que yo he dado este número, las veces que lo he escrito, que lo he dicho... Antes de enterrarme ya será de otro.
- Señora tengo que colgar...
- Aiss perdona hija, es que los jóvenes no lo entendéis, con esto del móvil se ha perdido el valor de la identidad del número fijo, la guía de teléfonos y la magia de las conversaciones por el auricular. Todos vais acelerados.
- Siento que me hayan dado el número de su hija pero tengo prisa.
- ¿Ves?, ni cinco minutos para escucharme. Una lástima. Ahora que lo tengo gratis por tener el ordenador de mi nieta en casa, no se con quién hablar.
- Seguro que tiene amigas... Un placer hablar con usted.
- Cuidate hija.
pipipi...pipipi...pipipi...
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