Me escribía relatos eróticos todas
las noches.
No se lo había pedido.
Pero me gustaba.
Nunca avisaba.
Cada día me hacía partícipe de una
de sus perversas fantasías.
No opiné.
Sabía que soñaba conmigo.
Me imaginaba desnuda, disfrazada,
sumisa, dominante, perversa e infantil.
Nadie lo supo nunca.
Lo negaré siempre.
La fantasía de la historia que nunca
tendrá.
El anhelo de aquello que nunca probará.
El vicio de las palabras que se
perderán.
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